Francisco Salamone fue un arquitecto e ingeniero que, antes de desarrollar sus conocidas obras en la provincia de Buenos Aires, mantuvo una importante actividad en la región, especialmente en nuestra Villa María. La arquitectura de este profesional es rescatada en numerosos trabajos pero en varios de ellos se lo hace sin tener en cuenta el contexto sociopolítico en el cual se produjo la misma, eso le resta espesura al análisis de su estética, máxime cuando la mayor parte de sus construcciones han sido obra pública financiada por el Estado.
Preferido del fascismo vernáculo
Para 1936, luego de elecciones irregulares, llegó a la Gobernación de Buenos Aires el conservador Manuel Fresco. Admirador de Mussolini y Hitler, Fresco instaló un régimen autoritario persiguiendo a todos aquellos que desde la política partidaria o el sindicalismo se opusieran a su Gobierno. Lejos de disimular sus simpatías ideológicas, no sólo saludaba con el brazo en alto, sino que en su oficina de la ciudad de La Plata tenía retratos de Hitler y Mussolini, además de apoyar a grupos fascistas de choque. Bajo el lema “Dios, Patria y hogar” encaró un importante plan de obras en los municipios del territorio bonaerense. Con ese fin, al hermano del ministro de obras públicas José Bustillo, el arquitecto Alejandro Bustillo, se le encomendó urbanizar la playa Bristol en Mar del Plata. Por otra parte el gobernador Fresco eligió quien se encargaría de “consolidar urbanísticamente” las poblaciones del sudoeste de la provincia de Buenos Aires. El ingeniero y arquitecto que se transformaría en preferido del autoritario gobernador no fue otro que Francisco Salamone. Un dicho popular de entonces decía “Lo que Fresco dispone lo construye Salamone”.
En pueblos casi perdidos del interior bonaerense sembró monumentales edificaciones que nada tenían que ver con el entorno de esa geografía pampeana. Sus principales construcciones fueron mataderos, palacios municipales y cementerios. Hace unos años en Radar, suplemento de Página12, Juan Forn señaló que “en el proyecto de Fresco, era imperativo que el municipio se convirtiera en el corazón urbano de cada pueblo…”, incluso marca que “…la elección que hace Salamone del monumentalismo (en lugar de alguna variante aggiornada del cabildo con recovas o el palacete neoclásico) apunta a transmitir el paternalismo estatal con su nuevo signo de eficiencia administrativa (la máquina de tramitar)…”.
Si bien no existen escritos teóricos de Salamone explicando sus elecciones estilísticas, como tampoco manifestaciones del arquitecto que establezcan simpatías con el fascismo, no puede negarse que fue el preferido de un personaje como Fresco, convirtiéndose en el proyectista más activo de su gobierno autoritario poco amigo de las licitaciones y de toda cuestión que supusiera controles para evitar corrupción.
En Villa María
Años antes que Francisco Salamone hiciera su referida obra en la provincia de Buenos Aires llegó a Villa María. En agosto de 1933 el entonces intendente municipal Eugenio Parajón Ortiz le dirigió una nota al Plaza Hotel de la ciudad de Córdoba haciéndole conocer que había sido designado “encargado de la confección de los planos Casa Municipal, Matadero y Director Técnico de la Obra a realizar”. El edificio proyectado como Casa Municipal generó mucha resistencia social ante lo cual no pudo concretarse. En agosto de 1934 se le hizo conocer que el “18 de julio del corriente año, se ha firmado el contrato con la Empresa Constructora del Ing. Agenor Villagra, con domicilio legal en la calle Mendoza esquina Bolivia de esta ciudad”. En el Archivo Histórico Municipal se encuentra una importante cantidad de documentación acerca de la evolución de esta obra como de otras que dirigió el ingeniero Salamone.
De una nota de Parajón Ortiz al Concejo se desprende que el plan de obra se inició para “el embellecimiento de la ciudad”. En esa misiva dirigida al Poder Legislativo local, en setiembre de 1934, el intendente pidió que las obras incluidas en la Ordenanza 395 fueran otorgadas a José Licciardi, también sostuvo que la municipalidad podría pagar cómodamente los costos.
Aprobadas las obras en enero de 1935 el municipio nombró a Salamone director técnico de las mismas, fijando sus honorarios como tal y también como proyectista. Así quedó a cargo de la dirección de la “construcción de la Plaza Centenario, Parque del Cementerio y ornamentación floral de los bulevares España, Argentino, V. Sarsfield, Italia y Córdoba y plazas San Martín e Independencia”. También fue designado director técnico de diferentes hechos lamentables: los mencionados aumentos de costos; por no tolerar la evidente corrupción renunció un concejal y otro fue apartado del cuerpo legislativo aduciendo que faltaba el respeto a la institución al levantar serios cargos contra la administración; el primer asfaltado de la ciudad, ideado por Salamone, fue un desastre y en la primera lluvia luego de entregada la obra, se deterioró; el Matadero Modelo, inaugurado bajo urgencias políticas, tuvo muchos problemas a tal punto que por un tiempo se volvió a faenar en el viejo matadero; en abril de 1937 el intendente dirigió una nota a Salamone donde queda claro que se había marchado antes de que la obra fuera terminada; luego de concluir su segundo mandato como intendente, Parajón Ortiz dejó el municipio con tres presupuestos anuales comprometidos por las deudas. Un concejal supo decir en la sala de sesiones que las referidas obras serían pagadas “con el hambre del pueblo”.
Otro dato que no debe olvidarse es que al final de esa administración municipal se produjo la huelga más sangrienta de la que tiene memoria la ciudad. Fue en diciembre de 1935, a los empleados municipales se les adeudaban siete meses, también los obreros del Matadero Modelo y del pavimento reclamaban por sus haberes. La policía reprimió a los trabajadores hiriendo de bala a tres municipales.
Al igual que pasó en el gobierno de Fresco, en Villa María las obras de Salamone se hicieron con corrupción. Recordemos que en 1937, Eugenio Parajón Ortiz fue acusado de malversación de fondos públicos, teniendo que pasar un tiempo en la cárcel. También fueron condenados dos exconcejales y quien fuera secretario del Concejo Deliberante. Muchos dijeron que las críticas al plan de obras de esa intendencia, junto al referido ingeniero y arquitecto, no eran más que palos en la rueda, el tiempo demostró que en realidad estaban bien fundadas. Algunas de aquellas obras no fueron bien construidas y desaparecieron, hay también las que debieron sufrir reformas para ser operativas y otras subsistieron hasta el presente, más allá de eso, todas quizás no deberían ser valoradas sin tener en cuenta el ambiente de corrupción y autoritarismo en que fueron construidas. Resulta imposible desconectar las elecciones estelísticas y estéticas en general del clima sociopolítico imperante en la época. Con los reparos del caso y teniendo en cuenta que Villa María el año entrante cumplirá ciento cincuenta años de existencia, pero también como manera de reparar algo del patrimonio cultural e histórico destruido, bien podría reconstruirse el quiosco para la banda de música que estaba ubicado en el cantero central del bulevar Alvear. Incluso podría ser emplazado en otro lugar de la ciudad. En el Archivo Histórico local están los planos firmados por Salamone.