
¿Cómo se vivía? ¿Qué actividades se organizaban?. Fotografías, datos, anécdotas e historias destacadas que se desprenden del inconsciente colectivo de la ciudad
Escribe: Daniel Rodríguez (Especial para EL DIARIO)
Viajaremos entre los tantos soles de mayo de Villa Nueva y nos detendremos en la década del 40; tiempo de gran apoyo para el peronismo a nivel nacional y previo al voto femenino. Momentos locales de calles de tierra, almacenes de ramos generales y de constante transformación de un corazón palpitante para una Patria que latía cada vez más fuerte (entre tanto caos).
Era el 25. Algunas jóvenes -ya desde temprano- preparaban sus nuevas prendas para ser utilizadas durante el 25. En tanto, los muchachos ya empezaban a mirar “por arriba” del hombro las mocedades de las que se presentaban en sociedad. No todos tenían algo nuevo que estrenar, pero había ropa asignada para dicha jornada. Es que mayo era el epicentro de todas las actividades de la ciudad durante el año. Y cuando hablamos de un conjunto nos referimos a que había decenas de tareas para desarrollarse entre las pedanías. La “calle honda”, es decir, la calle Belgrano fue protagonista de tantas historias como días pasaron aquellos horizontes de veredas, que no eran más que un desnivel en la tierra mostrando un alambrado que delimitaba terrenos.
Bien tempranito, a las 7, el Gallego Silva disparaba los 21 cañonazos en honor a la libertad. Las palomas volaban y las calles comenzaban a ser invadidas por los vecinos, además de personas de la región que no se querían perder nada.
Tras el clásico tedeum en la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, todos se preparaban para lo inevitable: el desfile. Con carrozas alegóricas -donde se elegía Reina-, carreras pedestres, palo enjabonado, cinchadas, carreras de bicicleta y mucho más, se vivía una jornada que parecía eterna y detenía la cotidianeidad de cada habitante.
Sí aún parece brillar en la memoria de Carlota Molina al momento de narrar cada cuestión y exponer sus fotografías. Así también lo mencionaban Roberto “Chiquito” Bringas y Roque Farías a través del programa radial “Recuerdos y poesías” que se emitió por Radio Villa Nueva -el cual tuvo un gran éxito- y fue organizado por el Ateneo La Posta.
“Había un locutor que se desgañitaba arengando a los competidores de las carreras de bicicleta”, comentaba Bringas. Y agregaba “y el Loco Nalino que lo hacía en moto”. “¿Los premios? Un kilo de yerba, una docena de naranjas, una botella de vermú”.
Y si hablamos de viejos personajes, se puede hablar del “casado” Rodríguez, que corría la carrera de bicicletas a pie al Negro Agüero y a Juan Gorno (quien mas tarde llegó a superar muchísimo más y ser conocido a nivel nacional en cuanto a competiciones pedestres). “Yo participaba. En un momento fui preparada por Guillermo Evans”, me confiesa Carlota mientras en sus ojos se enciende una añoranza.
Todo era emoción y aún no se olvida porque la llama sigue encendida: “Te acordás que antes del desfile nos concentraban frente al colegio ‘de las monjas’? (en alusión al Instituto Inmaculada Concepción)”, agregaban los locutores reproducidos en una vieja radio que admite los casetes. Podrían estar haciendo bromas, conversando, corriendo o mucho más, pero cuando sonaba la banda militar todos parecían una postal. Uno atrás de otro, en una marea eterna que era acompañada por las banderas colgando de los altos balcones.
Las mujeres y los reservistas
Debemos mencionar que un “reservista” es una persona que pertenece a una unidad o fuerza de reserva militar. Es decir, durante un tiempo son civiles que desempeñan su vida y de vez en cuando tienen entrenamientos para mantener o renovar habilidades. Pero llegado el momento podrían pasar a ser miembros activos del Ejército. Y sí, también había reservistas en Villa Nueva y desfilaron. Sumado a esto antes mencionado, el comisionado Modesto Moreno tuvo la idea de sumar a las jóvenes de la misma generación y hacerlas participar de la fiesta patria. Por esta cuestión ahí se las ve, en la fotografía que acompaña esta nota, a ellas. Preparadas, con la bandera en alto, erguidas, de pollera y boina a la espera de su paso. Habían formado en la esquina de Buen Orden (hoy Modesto Moreno) y Deán Funes. Algo novedoso para una participación femenina que empezaba a marcarse por nuestras tierras.
Allí estaban todos acompañando al regimiento número 13 de Infantería. Estrenando guardapolvos, zapatos bien lustrados. Los peinados prolijos que sólo parecían moverse cuando el padre Saravia daba sus enérgicos sermones (había sido capellán del Ejército).
Desconcentración y espera
“¿Qué era lo importante al terminar el desfile? ¡El reparto de chocolatines de don Borghi!”, reza la página 91 del libro Historias Populares Cordobesas – Villa Nueva.
Allí estaban los niños corriendo, felices con su chocolatín o caramelo. Corrían en medio de los molinitos, las banderas, los globos, la carpa de don Melgarejo, que vendía empanadas. Pochoclos, maní japonés y vendedores a bordo de su triciclo pasaban la tarde entre el parque y la plaza, pintando así un paisaje idílico que se envuelve en recuerdos de fotos blanco y negro.
Hoy, cerca de una nueva festividad, la ciudad vuelve a encender y mostrar ese fulgor inalterable. Los gritos aún suenan escondidos, como fantasmas, orgullosos al ver que las huellas fueron marcando un camino que vuelve a hacerse eterno cuando un pequeño es fotografiado en su primera participación.