A 72 años de aquella histórica movilización popular y a días de poder asistir a una nueva elección legislativa, creemos que es una buena ocasión para reflexionar acerca de los hechos históricos y sociales de nuestro pueblo. En esta elección sólo elegimos diputados, cuya responsabilidad será lidiar por los intereses de nuestras provincias, alejados de una discusión que tenga que ver con la Presidencia actual o anterior de nuestro país.
Cada 17 de octubre, nuestro movimiento renueva su vocación transformadora y revolucionaria, conmemorando el mayor acontecimiento político y social de la Argentina del siglo XX protagonizado por los sectores populares, quienes ganaron la calle en avalancha y le pusieron nombre a sus esperanzas, a sus demandas insatisfechas, a sus sueños, el día en que hicieron escuchar su voz con un solo nombre, el de su líder: Juan Domingo Perón.
Ese fue el origen de un movimiento lleno de conquistas y derechos que se hicieron carne en nuestro pueblo, históricamente relegado por la oligarquía. Antes de 1943, Argentina era una Nación donde la política y economía dependían íntimamente de las alternativas de las grandes potencias, como el imperio británico, donde los círculos terratenientes hacían del aparato estatal un beneficio propio para sus intereses y el de sus socios, el capital extranjero.
Fue a través de la soberanía popular, la emancipación económica y la justicia social, base ideológica y doctrinaria ejercida por Perón para lograr que el Estado esté al servicio del pueblo, nacionalizando los recursos económicos estratégicos e instituyendo la justicia social a partir de la distribución equitativa de la riqueza que generaban los argentinos. Los estatutos del peón, las jornadas laborales de ocho horas, los aguinaldos, las leyes de ancianidad, el voto femenino, la lucha de Evita por los más humildes como cada hito marcado a fuego en nuestra memoria de derechos logrados, los que sentaron las bases de la independencia nacional, con efecto directo en el bienestar general del país de aquella época, acaso, el mayor acierto del peronismo, por lo que esto se convertiría en el motivo central de su derrocamiento en 1955 y provocaría un profundo resentimiento en la oligarquía de antaño, algo similar a la “grieta” con que en los últimos años se define a la línea social que separa a quienes bregamos por un país justo, con oportunidades para todos, de los que sostienen, planean y trabajan por una Argentina inequitativa, con privilegios para algunos pocos y postergaciones para muchos.
Como espacio político, repudiamos el avance de los sectores antipopulares que priorizan sólo sus intereses a costas de las necesidades del pueblo, como lo hicieron en el pasado. Rechazamos el endeudamiento inescrupuloso de nuestra Patria y a quienes precarizan constantemente las fuentes de trabajo y aumentan considerablemente los guarismos de pobreza, a quienes profesan la persecución y desaparición de personas y a quienes intentan borrar del inconsciente colectivo todas las acciones inclusivas y justas llevadas a cabo por gobiernos democráticos.
Convencidos de que fueron y son estas las banderas que guiaron a nuestro pueblo aún en las horas más oscuras de nuestra historia, como los 18 años de bombardeos, proscripciones y fusilamientos, que aún hoy padecemos, renovamos nuestro compromiso histórico con la lealtad, la militancia, nuestra base doctrinaria y nuestros mártires; seguros de que es un momento especial para volver a rediscutir nuestras raíces peronistas y con la profunda convicción de que una mitad del país se embandera en un proyecto político nacional basado en la justicia social y que sostiene el principio de unidad de todos los trabajadores argentinos.
PJ de Villa María