Escribe: Víctor Alvez – DE NUESTRA REDACCION
Desde aquel cine Rex del “Perro” Ingaramo, cuando “Monki” y “Leyenda” Meinardi, apoyados por “el Gordo” Cabral y Sergio Stocchero, promocionaban la “música progresiva”, al hoy denominado con nombre propio rock nacional, en el firmamento nacional estelarizaban figuras de nombre como “el Flaco” Spinetta, “Lito” Nebbia, León Gieco, “Pappo” Napolitano o Charly García y bandas no menos influyentes como Sumo, “Manal” o “Vox Dei”.
Del desglose de esos próceres del género en castellano más desarrollado en los últimos 50 años, en el intermedio podemos mencionar a una generación intermedia como: “Divididos”, “Las Pelotas”, “Soda Stereo” o más cercanas a “Bersuit Vergarabat” o “Babasónicos”.
Así mismo podríamos hablar a nivel internacional, el puntapié inicial y su posterior desarrollo, pero en esta primera parte las bandas locales, como la extinta “Grupo 81”, se recostaban a los denominados covers, repetición de temas conocidos, estos últimos especialistas en “Los Beatles” o “Creedence”.
De toda esta historia, el pináculo o mayoría de edad fue otorgada en los 90, donde ya el abanico de géneros y desprendimientos ocupaban un amplio diccionario, algunos impulsados por la repulsa a “la pizza con champaña”, ampliada por la influencia y masificación del pop a nivel mundial con Madonna o Michael Jackson. La situación trajo las lógicas posturas dogmáticas sobre si eso era rock o no, posiciones que llegan al antagonismo dentro de este estilo y que se aceptan desde definiciones muy duras.
Nacidos como “antisistemas”, caratulados por algunos como el enfrentamiento con el padre y la ruptura del mandato paterno tradicional, que se dio también en la política, desde el antiestético jean de aquel entonces hasta la bandera del “Che” Guevara, hoy terminaron devoradas por el mercado.
Podemos acotar que el punk nace en contraposición al aburguesamiento del rock sinfónico. La deformación con la consigna “sexo, droga y rock and roll” de Woodstock (1969), conformó cierta estética que asimiló el joven rebelde de la burguesía.
Fue así que hasta hace poco el “está todo bien loco” nos llevó a una de las tragedias más grandes de la historia argentina con el anclaje del “rolinga”, una especie de “barrabravas light” devenidos de los fans de “Los Ratones Paranoicos” y “ Los Piojos”, un estereotipo representado por “Pomelo” en el programa de TV “Peter Capusotto y sus videos”.
En el club del rock local
Si bien hoy en día quedan pocos referentes a nivel nacional que innoven, Villa María supera en calidad y cantidad, proporcionalmente, a la ciudad de La Plata. Con personalidad propia y una diversidad de géneros musicales, allá, “donde atiende Dios”, se alienta al rock “chabón” como el que proponen “La Beriso” o “Don Osvaldo”. Tal es así que la banda uruguaya “No te va gustar” funciona mejor en tierras cordobesas, pero sumémosle a esto la malange de “Tan Biónica”, una imposición mediática porteña.
Cabe aclarar que esto se cimentó con el tiempo, con los “Titina” Bravín, esos locos lindos reyes del ska como son los “Nauseabundos de Alegría”, que deberían llamarse “Siempre juntos” ya que llevan 20 años sobre las tablas, y a los que “tomaron el guante”, bandas muy prolijas como “Nonabonda”, “Madre Chicha” o los fabulosos “De la Rivera”.
“Cara de caja” Bacci nos comentaba que existen en la ciudad 18 bandas metaleras y que para ellos se hará un show especial. Dentro de este panorama está la ambigüedad de no poder realizar shows, por los costos y la poca asistencia a esos eventos. Por eso viene muy bien el Costanera Rock, ya que uno puede apreciar el alto nivel instalado en la ciudad que, potenciado por la Universidad Nacional de Villa María con la Licenciatura en Música Popular, se proyecta a ser a futuro un punto de referencia en música de avanzada.
Todo muy bien con “Turf”, “Pez” y “Massacre”, pero hoy jugamos de local.