Ron, ron, rooooon

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Ron, ron, rooooon

Por el Peregrino Impertinente

“Ah del barco marino”, decían los piratas y se clavaban unos tragos de ron que los dejaban bailando chacareras, gatos y escondidos. Bebida dulzona, fuerte y adictiva, tal como nos enseñó Johnny Depp en “Piratas del Caribe”, una película con la que el actor estadounidense fortaleció su arte, elevó su espíritu, engrandeció su leyenda y se compró cuatro islas y una docena de indios.

Clásico del Caribe, justamente, el brebaje ha matado la sed de los naturales de la región desde hace siglos. También, la de los viajeros que allí aterrizan. Son los mismos que se acodan en la barra de los bares locales y en busca de la complicidad de los paisanos piden Cuba libre. “¡Hasta la victoria siempre! ¡Venceremos!”, responde el cantinero, que de tragos no sabrá naranja, pero de conciencia patriótica, un montón.

Es casualmente Cuba uno de los productores de ron más emblemáticos, aunque países como República Dominicana, Puerto Rico o Jamaica tampoco se quedan atrás. Este último elabora un tipo algo más corpulento. “El ron nuestro es más pesado que… es más pesado… es como… te diría que… coso… ¿hoy es martes o sábado?”, opina un jamaiquino de rastas y ojos achinados, que súbita y misteriosamente se colgó un toque.

Lo cierto es que a la bebida en cuestión se la disfruta y mucho en esta zona tropical. Así fue desde principios del siglo XVII, cuando nació, hija de la fermentación de la caña de azúcar. Sin embargo, algunos investigadores afirman que ya en la antigua Grecia consumían un licor de características similares. Las huevadas que se habrá mandado Platón en el ágora por culpa del bendito elíxir.