Antigua capital del imperio del Tahuantinsuyo, la ciudad se presenta como una de las más bonitas y apasionantes del continente. Joyas españolas en la arquitectura, traza de los primeros habitantes del valle en el ambiente
Escribe: Pepo Garay
ESPECIAL PARA EL DIARIO
1)Aura nativa: “Ombligo de la tierra” le pusieron los incas, lo que en su idioma ancestral, el quechua, se traduce como “Cuzco”. Ya desde los papeles el viajero absorbe la importancia de esta ciudad magnifica, que ayer fuera capital del imperio del Tahuantinsuyo, y que hoy se planta como uno de los centros urbanos más bonitos del continente americano.
Culpable del rótulo es la deliciosa arquitectura colonial, que los españoles repartieron por doquier con arte y sangre. Con todo, lo que más embelesa al visitante sigue siendo el aura de los primeros habitantes del valle sagrado, que se palpita en las callecitas históricas, en el Mercado Central, y en un universo de ruinas que en los alrededores continúan latiendo fuerte: desde las de Machupichu hasta las de Ollantaytambo, pasando por las de Tambomachay, Sacsayhuamán y Qenko, por sólo nombrar algunas.
2) El epicentro de todo: de construcciones coloniales hablábamos antes, y ahora toca indagar al respecto. En términos físicos, es el semblante ibérico el que prevalece en cada recorrido, con cantidad de obras talladas por arquitectos europeos.
Aquello se luce de veras en la Plaza de Armas, núcleo del municipio y de su triste historia. Aquí fue asesinado (entre muchos otros) el tal Túpac Amaru II (siglo XVIII), uno de los últimos que le plantó cara a la potencia invasora. Aquí, en las cuatro cuadras vecinas, se aprecian en la actualidad reliquias insignes como la Catedral (construida arriba de lo que fuera el Palacio del Inca Wiracocha) y la Iglesia de la Compañía (levantada sobre la antigua residencia del emperador Huayna Capac) y el surtido de estructuras a dos plantas, arcos y tejados.
3) Portfolio hispánico: en realidad, el área de Plaza de Armas es apenas una muestra del perfil hispánico reinante. Denominadores comunes a lo largo y ancho del centro histórico son las ya citadas casas a dos pisos (el modelo es el de las que lindan con la explanada), y cantidad de templos que vinieron a explicitar la llegada del nuevo dios. Sobresalen además de la Catedral y la de la Compañía, las iglesias San Pedro, La Merced, San Francisco, Santa Clara, Santa Teresa y San Cristóbal, entre muchas, muchas otras.
Asimismo, la traza colonial se distingue sobremanera en el Convento de Santo Domingo/Koricancha, otro emblema local. Se trata de una especia de híbrido entre lo español y lo inca. Del ascendente de los primeros, da cuenta el convento en si, su estilo barroco del siglo XVII. Del legado de los segundos, susurra la esencia del otrora templo originario, traducida en bases de piedra indestructibles, y altares sagrados.
4) En el Barrio de San Blas: en la parte alta del centro, donde las montañas áridas y expresivas de los alrededores se lucen como en ningún otro punto, aparece el barrio de San Blas. Pintoresco al máximo el terreno, con calles en desnivel, suelo de adoquines, blancas casitas y diversidad de bares, cafés y tiendas de artesanías.
El distrito, mezcla de tradición y bohemia, encuentra en el muro de calle Hatun Rumiyoc su habitante más conocido. Un enorme paredón que resume la historia del Cuzo. Abajo, piedrotas perfectas que plantaron los incas, puestas una sobre otra con una prolijidad inconcebible. Arriba, cascotes colocados de muy mala gana. También por nativos, pero a fuerza del látigo extranjero.
5) Hormiguero de gente, ceviches y San Pedro: párrafos atrás, la mención le correspondió al Mercado Central, y a él volvemos para la despedida. Será porque allí se estima bastante viva la raigambre de los pueblos originarios, la que se expresa en miradas achinadas, pieles morenas y algo de frases en quechua.
Es un hormiguero el espacio de compras y ventas, fundamentalmente al mediodía, cuando señoras en delantal invitan a los gritos a arrimar el taburete, y así disfrutar un delicioso ceviche, pollo picante con arroz, carne con revuelto de huevos, lo que venga.
También están los comerciantes que ofrecen el San Pedro, todopoderoso cactus alucinógeno que manda a descubrir galaxias desconocidas, tal como lo hacían los incas, en la inspiración que les dio, les da y les dará el ombligo de la Tierra.