Profesora de Música en el Conservatorio Felipe Boero, Miriam Ferreyra acaba de licenciarse en la UNVM musicalizando 16 poemas de Edith Vera. Su disco fue presentado el jueves en el Campus con músicos invitados y el “Coral Mediterráneo”
Escribe Iván Wielikosielek
Especial UNVM
Hubo dos hallazgos fundamentales en la vida artística de Miriam Ferreyra: el disco de Joan Manuel Serrat cantando poemas del español Miguel Hernández y el encuentro con la obra de la villamariense Edith Vera (1925-2003).
“Tomando ese disco tuve la idea de musicalizar escritores. Hasta que un día Marta Parodi, que era colega mía en el PEUAM, me preguntó si no me animaba a cantar algunas canciones de Edith Vera con el coro que yo dirigía. Le dije que podía ser. Y entonces me regaló “Con trébol en los ojos”, su libro sobre la vida y obra de Edith. Fue un antes y un después para mí. Al final hicimos las canciones con el coro para la Feria del Libro de 2002 y Edith vino a vernos. Me dijo que le había gustado mucho. Hablamos un ratito y se fue. Moriría menos de un año después”.
–Y a partir de entonces empezaste a musicalizar sus poemas.
-Sí, porque son muy musicales y de una belleza increíble. Así que cuando tuve que definir el tema de mi tesis no lo dudé. Pensé que poner música a su poesía era un modo de hacer que siguiera viva su obra. Y por suerte está dando resultados porque a todos los músicos que trabajaron conmigo les regalé “Con trébol en los ojos” y se quedaron fascinados.
–¿Cómo está conformado tu disco?
-“Cantando a Edith Vera” son 19 canciones entre las que hay 16 poemas musicalizados por mí y tres de las canciones de Edith que yo arreglé para voz. Los primeros 12 poemas son de los años 60, con muchos textos de “Las dos Naranjas” y los canta Cecilia Luna. Luego vienen las tres canciones de Edith por el “Coral Mediterráneo” y al final cuatro poemas de su última etapa. Son textos muy autobiográficos, donde Edith ya puede hablar de sus grandes dolores. Los textos están musicalizados de manera muy suave. Me dije que la voz y la palabra debían estar en un primer plano.
–¿Sabías que el músico local Raúl Manfredini también musicalizó poemas de Edith?
-Me enteré mucho tiempo después por su esposa Cecilia, que trabaja conmigo en el Conservatorio. ¿Qué loco pensar que los dos estábamos haciendo lo mismo con textos de Edith sin saber del otro, no? ¡Es muy curioso!
Y uno debería pensar que sí, que esa coincidencia no deja de ser curiosa. Pero tratándose de Edith Vera, acaso haya otros mecanismos más sutiles, esos que tienen que ver con la ley universal de “causa-consecuencia”.
Porque cuando esta nota se termina en la Medioteca, su directora, Anabella Gill, se acerca a saludarnos. Y cuando le contamos el motivo de la charla, nos dice automáticamente: “Vengan que tengo algo para mostrarles”. Y nos conduce al segundo piso de la biblioteca. Allí, en la sala de conservación y en unos estantes de metal descansan varios sobres de papel madera al resguardo. “Es lo que pudieron rescatar unos amigos cuando se incendió la casa de Edith y ella estaba ya en un geriátrico. A todas estas reliquias las estaban tirando en un contáiner”.
Entonces Anabella abre los sobres y aparece un ejemplar de “Las dos naranjas” pintado a mano por su autora, cientos de hojas con textos manuscritos y mecanografiados, corregidos e inéditos, originales de sus poemarios y un viejo libro de actas con esta indicación: “Marta, estos poemas no son definitivos ni mucho menos para publicar”, en lo que aparece como una prueba ineludible de autoconciencia poética y una instrucción precisa a su albaceas.
Y al final, en un sobre pequeño, las fotos. Esas que no se tragó el olvido ni los contéiners del desprecio. Edith sentada en la gramilla a los 15 años con un vestido blanco, Edith sonriendo sobre un alazán como en su canción, Edith corriendo de la mano de su marido en una playa de la memoria, Edith maestra con los chicos de la Escuela República de Bolivia. Y, sobre todo, varias fotos con su guitarra. Una de esas la muestra a dúo con una compañera que hoy bien podría ser Miriam.
Por eso es que se hace difícil hablar de “azar” en el “universo Edith” porque esta foto pareció enviada especialmente por Edith para ilustrar esta nota, para decirle a Miriam que en su tesis y en la vida, ya nunca estará cantando sola.