Los hechos se registraron entre 2003 y 2007. Las menores fueron trasladadas desde Santa Fe y, una vez en Villa María, permanecieron encerradas para que no reconocieran el lugar donde estaba el prostíbulo
Hace pocos días (el 21 de noviembre pasado) llegó a juicio, en Santa Fe, un caso de trata de personas por demás impactante donde un sujeto fue condenado a prisión por trasladar a menores de edad a Villa María para obligarlas a prostituirse.
El caso expone, por un lado, la imposición del peso de la ley sobre el sujeto involucrado, mientras que, por otra parte, refleja cómo operan los delincuentes que someten a las personas en los prostíbulos del país.
El condenado
El protagonista de la historia resultó ser Claudio “Gringo” Rodríguez, proxeneta integrante de la banda “Jim West” del barrio San Lorenzo de Santa Fe, quien fue sentenciado a 11 años de prisión por haber secuestrado y captados dos menores de edad residentes en Santa Fe entre los años 2003 y 2007, a quienes obligó, mediante golpes y amenazas, a prostituirse en Villa María, Rafaela y la propia capital de la vecina provincia.
En 2008 Rodríguez cayó preso, no por estos hechos, sino por un homicidio acaecido en el barrio San Lorenzo, situado en el sur de la ciudad de Santa Fe.
Y, pese a estar preso, siguió hostigando a sus víctimas, hasta que hace pocos días fue condenado por el Tribunal Oral de esa ciudad que integraron los camaristas José María Escobar Cello, María Ivón Vella y Luciano Homero Lauría.
Este tribunal sentenció a Gringo a 11 años de prisión efectiva al hallarlo responsable de los delitos de sustracción, retención u ocultamiento de una persona con el fin de obligarla a hacer algo contra su voluntad, agravado porque el autor logró su propósito y porque las víctimas eran menores de 18 años.
Ahora bien, Rodríguez pasará más años en la cárcel, toda vez que el tribunal unificó la condena anterior por homicidio, por lo que deberá permanecer en prisión durante 18 años.
Secuestrada
La causa comenzó a partir de los testimonios de las víctimas que, tras escapar de los prostíbulos donde se encontraban cautivas, pudieron narrar lo vivido entre el 2003 y 2007, cuando cayeron en manos de Rodríguez.
En 2003, N. G. (que en ese entonces tenía 15 años) fue secuestrada por dos hombres al salir de una clase de Educación Física en una escuela del barrio Santa Rosa de Lima. Fue cargada en un automóvil blanco con vidrios polarizados y trasladada (encapuchada) hacia una vivienda, donde fue encerrada en una pieza con un colchón en el piso.
Días después fue trasladada hacia una propiedad de Rafaela; allí fue recibida por dos mujeres, las cuales la alojaron en una pieza vidriada donde había otras mujeres y le adjudicaron distintas identidades.
Al tiempo, fue obligada a prostituirse durante un mes aproximadamente y, ante cualquier resistencia era sometida mediante golpes y amenazas para que continuara prostituyéndose.
Con documentos falsos, la chica secuestrada fue trasladada a un prostíbulo de Villa María, donde pasó un tiempo prolongado.
Sin embargo, la joven nunca pudo establecer dónde estuvo recluida, ya que ni siquiera tenía permitido salir del lugar en el que se encontraba para que no identifique dónde estaba ubicado.
Entre 2006 y 2007 la joven fue trasladada desde Villa María a Santa Fe y obligada a ejercer la prostitución en un hotel ubicado en cercanías a la Terminal de Omnibus.
Fue allí donde la víctima pudo escapar tras un descuido.
Engañada
La otra víctima, M. L., tuvo un lazo diferente con Rodríguez, a quien conoció en barrio San Lorenzo y, por medio de engaños, éste le prometió trabajo en Villa María y mejores condiciones de vida.
Al llegar la adolescente a nuestra ciudad, con 17 años, terminó dándose cuenta que aquella propuesta no tenía otro fin que ser explotada sexualmente.
M.L., incluso, a través de amenazas contra la familia que realizaban amigos de Gringo, fue obligada a visitarlo cuando éste se encontraba en el penal.
De esos encuentros, se pudo establecer, la joven tiene hoy dos hijos del condenado.
Esta es la triste historia que envuelve a Villa María. Una historia y un presente que a diario golpea a la ciudad, que muchos conocen, pero miran para otro lado.
Esta vez la Justicia ha permitido ver de cerca lo que ha sucedido hace una década atrás… y que permanece: la trata de personas.