Hace 400 años morían los autores del Quijote y Hamlet. Adhiriendo a este aniversario, el profesorado Gabriela Mistral realizó unas jornadas interdisciplinarias el pasado jueves y viernes. Fue un sentido homenaje a los padres de dos mitos que trascendieron las culturas y el tiempo
No fueron solamente los escritores más importantes de sus países sino también de sus lenguas. Y, además de fundar dos literaturas (la inglesa y española respectivamente) y dos géneros (el teatro moderno y la novela contemporánea) construyeron un idioma nuevo, una poética de levantar personajes con puras palabras. Y así, como un esperanto apto para todas las culturas, hicieron que todo el mundo se sintiera un poco londinense o un poco madrileño.
Cuatrocientos años después, un centenar de alumnos y docentes nacidos entre los ´40 y los ´90 (un espectro que abarca medio siglo de estudios para referir lo acaecido en cuatro) no pararon de hablar de sus vidas y sus obras. Y también de las conjeturas a las que suele empujar la falta de datos históricos; maravilloso ejercicio de la imaginación y (acaso) un modo más consecuente de acercarse a los creadores, desde la creación misma.
Locura y cordura atravesando un alma
El plenario se inició el jueves con la conferencia de Dolly Pagani. La mítica docente de Literatura Española de las Rosarinas refirió características formales del Quijote y, bajo el título “Mis arreos son las armas, mi descanso el batallar”, señaló que “toda la obra de Cervantes está cruzada por la locura, ya que desde la cordura no se construyen los sueños heroicos. Pero no es cualquier locura la de Don Quijote, sino la “sublime locura” de la que habla Unamuno, ese entorpecimiento tan necesario para la madurez del espíritu”.
Dolly calificó al Quijote como “una burla genial de Cervantes que sigue siendo mueca ambigua, patética y compasiva, abierta en todas las direcciones. Y que en los personajes del Quijote y Sancho se vuelve indagación profunda de la condición humana”.
Respecto al eje de la conferencia, Pagani recordó la aparición de un “Quijote apócrifo” escrito por un tal Avellaneda donde al final de la obra, Alonso Quijano termina en un manicomio. “La aparición de este falso Quijote apuró a Cervantes a componer la segunda parte”, señaló. Pero al final y a diferencia de la obra de Avellaneda, el Quijote recobra la cordura y pide perdón a Sancho “por hacerte parecer loco como yo”; en lo que puede leerse como una catarsis final que el autor le otorga a su personaje para encontrarse consigo mismo. Una “segunda burla” al manicomio de incomprensión al que lo habían condenado los espíritus vulgares de su tiempo.
El paso del tiempo en Shakespeare y Horacio
La segunda ponencia estuvo a cargo del doctor Alfredo Fraschini, investigador de la UNVM y actual director de su Centro Filológico.
Especialista en literatura clásica, Fraschini se refirió al aspecto menos conocido de la obra de Shakespeare: su poesía. Y lo cruzó con su pasión por los versos latinos compuestos por un romano 50 años antes de Cristo. Así, “Las huellas de Horacio en los sonetos de Shakespeare”, dieron noticia de influencias y confluencias.
Fraschini comenzó diciendo que “a Shakespeare lo suelen calificar de clásico y barroco, epítetos que no necesariamente remiten a una época y que también son válidos para Horacio. Y es que, más que un estilo, el barroco es un modo particular de aproximación al objeto estético basado en un juego de opuestos: belleza-deterioro, juventud-vejez, vida-muerte. Y de estos claroscuros están hechos los versos de ambos. Pero quizás la mayor coincidencia entre Shakespeare y Horacio haya sido la de saberse poetas en un mundo material; lo que los acerca a los dioses y los aleja del vulgo. Ambos son conscientes de su misión en la Tierra y saben que sus versos dotan de eternidad a los objetos nombrados y no a la inversa”.
En cuanto a los ejes temáticos, Fraschini señaló que “tanto Horacio como Shakespeare están obsesionados por el paso del tiempo. Horacio dirá en la Oda XIV “los años se deslizan fugaces” y hará un culto del “carpe diem” (“vive el día”); mientras que Shakespeare hablará de la vuelta cíclica de las estaciones; a la inversa del hombre cuya primavera llega solo una vez. Esto le hará escribir en el soneto 60 (y remedando a Heráclito) que “el tiempo se escurre de las manos como el agua”.
“Sin embargo –sigue Fraschini- para el poeta inglés hay una sola cosa que el tiempo no puede destruir: el amor. Mientras que para Horacio, lo que el tiempo no puede destruir es la belleza estética. Por eso dirá que “la poesía es un monumento más duradero que el bronce”. Amor y belleza se vuelven, así, una sola eternidad en ambas obras”.
Al final, Fraschini se preguntó si estos puntos de contacto fueron o no intencionados. “Si verdaderamente Shakespeare leyó a Horacio y se propuso imitarlo o si, sencillamente, ambos vivieron en épocas muy parecidas que condicionó sus producciones. Alguien dijo una vez que cuando dos poetas se parecen es porque imitan a un tercero”. Y a modo de conclusión hizo un silencio, acaso tratando de imaginar quién sería ese autor casi divino del cual habrían nacido, como dos gemelos, el genio de Shakespeare y de Horacio, sin parangón alguno en la tierra.
El Che como un “Quijote” de Latinoamérica
Representando a la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Villa María, el escritor y hacedor cultural Normand Argarate cerró el plenario con su ponencia “El Che, lector del Quijote”.
Argarate hizo un paralelismo entre las características del personaje de Cervantes y el revolucionario argentino, y remarcó a modo de dato que “el Quijote fue la lectura que más marcó al Che, el único libro que llevaba todo el tiempo en su mochila aún en plena lucha armada”. La comparación de Argarate irá más lejos todavía; ya que no sólo buscará paralelismos entre Guevara y el Quijote sino entre Guevara y Cervantes. Los encontrará en dos puntos: la lectura y el ejercicio de las armas.
“En Sierra Maestra –dirá Normand– el Che se ocupaba permanentemente de la formación intelectual de la tropa porque para él, la lectura era un elemento clave en la transformación de los pueblos. Por su lado y al igual que Guevara, Cervantes tomará las armas y peleará heroicamente en la batalla de Lepanto donde perderá la movilidad de una mano. Esa herida será su orgullo, como lo serán para el Che los libros que ha leído”.
Finalmente, Argarate instó a los presentes a preguntarse “cuánto hay de quijotesco en la figura del Che; entendiendo lo quijotesco como un gesto de utopía e ideal, de búsqueda de justicia absoluta, de metáfora para derribar molinos de viento. “En los tiempos del Che, esos ‘molinos’ eran los modos de imperialismo ¿Cuáles son los de ahora?”, se dijo.
A modo de conclusión, el poeta villamariense señaló que “Miguel de Cervantes y Ernesto Guevara son dos nombres que, a partir de la literatura, se transforman revolucionariamente: uno en las letras y el otro en la historia”. Y para afirmar este paralelismo, citó un fragmento de la última carta escrita por Guevara a sus padres antes de partir a Bolivia: “Otra vez siento bajo mis talones el trajinar de Rocinante”.
“Podemos pensar –dijo Normand- que en esta carta previa a su muerte el Che se asumía otra vez como un caballero andante que salía al camino en un último gesto de idealismo”.
Hago un paréntesis para finalizar esta nota. Y con todo el respeto que me merece Normand Argarate (doy fe de su talento como escritor y como persona de bien) no puedo dejar de decir algo que siento como un deber ineludible: que para este humilde comunicador, el concepto de “idealismo” no puede (no debe) ir asociado jamás a ninguna acción que implique el uso de las armas o la fuerza. Quienes salen “a matar para cambiar el mundo” y fusilan a sus prisioneros, lo que realizan no es un acto de idealismo sino un acto de violencia. Y en mi diccionario personal, los que así proceden se llaman “asesinos”. Así maten en nombre de la Revolución, del Corán o de la Santa Inquisición.
Iván Wielikosielek
El primer profesorado de Letras y su vigencia
No podían estar ausentes en este doble bicentenario antiguo como dos casas de Tucumán justamente ellas, las iniciadoras del primer profesorado de Letras de la ciudad allá por 1958. Ese profesorado que fuera de excelencia en los años 70, cuando profesores de la Universidad de Córdoba se “autoexiliaran” en esta pacífica Villa escapando de la persecución ideológica. Ese de cuyas aulas egresaron docentes como Dolly Pagani, Nélida de Toribio y Marta Parodi, ineludibles a la hora de entender la educación villamariense. Por eso, desde la cátedra de Literaturas Extranjeras II (profesorado de Letras) donde el inglés y la literatura española van de la mano, surgieron estas jornadas. Su coordinadora, la magister Mónica Vanzetti (junto a los profesores Sabina Basualdo, Diana Cornero y Javier Páez) comentó que “las jornadas fueron un éxito por la cantidad y calidad de las ponencias, por lo que significó la participación de varias carreras del profesorado y por la maravillosa convocatoria dentro y fuera de la institución”.
Amén del plenario principal (cuyas conferencias se detallan en el corpus de esta nota) tuvieron lugar una veintena de mesas de trabajo y paneles interdisciplinarios entre los que se destacaron “De Cervantes a Sábato, conflictividad del yo y el contexto narrativo”, por Gabriela Sarasa de la UNVM. “Shakespeare y Cervantes ingresan a las aulas”; taller de nivel medio de María José Rinaldi y Eugenia Vivian, del Ipem 147 y la UNVM. “Shakespeare, Borges, tradicional traidores: la literatura antes de internet”, por el profesor Francisco Cabello, del Centro de Estudios e Investigaciones en Filosofía Francesa de la Universidad Nacional de Rosario. “Jamle, el gaucho shakesperiano argentino. Aportes lingüísticos y literarios”, por los profesores Silvia Cardozo y Gabriela Luján Giammarini de la UNVM y Conicet. “La preocupación por el mundo natural-animal en Sancho Panza: Análisis Ecocrítico de la escritura cervantina”, por Diana Conrero de la Universidad Católica de Córdoba y el profesorado Gabriela Mistral; y “La traducción literaria: un desafío lingüístico, sociocultural e ideológico”, por Mónica Vanzetti, docente de Letras e Inglés de las Rosarinas.
Entre las ponencias de alumnos del profesorado, cabe mencionar “Una lectura de la tragedia shakesperiana en la dramaturgia argentina”, de María del Rosario Stefani (cuarto año de Lengua y Literatura); “El Quijote a través de Borges” de Micaela Gallardo, María Belén Medina, Valentina Ramírez, María Gracia Retamosa y Milagros Sastre (tercer año de Inglés); “Otelo: una historia de amor condenada por los celos”, de Romina Blaffert (tercer año de Inglés); “Miguel de Cervantes Saavedra: un dramaturgo sagaz”, de Marina Roatta, Antonella Roche, Rocío Tapia, Luciano Testa y Jessica Valladares (cuarto año de Inglés) y “Una vuelta romántica: la Verona de Shakespeare”, de Rodrigo Allasia (tercer año de la Tecnicatura Superior en Turismo).
No fueron solamente los escritores más importantes de sus países sino también de sus lenguas. Y, además de fundar dos literaturas (la inglesa y española respectivamente) y dos géneros (el teatro moderno y la novela contemporánea) construyeron un idioma nuevo, una poética de levantar personajes con puras palabras. Y así, como un esperanto apto para todas las culturas, hicieron que todo el mundo se sintiera un poco londinense o un poco madrileño.
Cuatrocientos años después, un centenar de alumnos y docentes nacidos entre los ´40 y los ´90 (un espectro que abarca medio siglo de estudios para referir lo acaecido en cuatro) no pararon de hablar de sus vidas y sus obras. Y también de las conjeturas a las que suele empujar la falta de datos históricos; maravilloso ejercicio de la imaginación y (acaso) un modo más consecuente de acercarse a los creadores, desde la creación misma.
Locura y cordura atravesando un alma
El plenario se inició el jueves con la conferencia de Dolly Pagani. La mítica docente de Literatura Española de las Rosarinas refirió características formales del Quijote y, bajo el título “Mis arreos son las armas, mi descanso el batallar”, señaló que “toda la obra de Cervantes está cruzada por la locura, ya que desde la cordura no se construyen los sueños heroicos. Pero no es cualquier locura la de Don Quijote, sino la “sublime locura” de la que habla Unamuno, ese entorpecimiento tan necesario para la madurez del espíritu”.
Dolly calificó al Quijote como “una burla genial de Cervantes que sigue siendo mueca ambigua, patética y compasiva, abierta en todas las direcciones. Y que en los personajes del Quijote y Sancho se vuelve indagación profunda de la condición humana”.
Respecto al eje de la conferencia, Pagani recordó la aparición de un “Quijote apócrifo” escrito por un tal Avellaneda donde al final de la obra, Alonso Quijano termina en un manicomio. “La aparición de este falso Quijote apuró a Cervantes a componer la segunda parte”, señaló. Pero al final y a diferencia de la obra de Avellaneda, el Quijote recobra la cordura y pide perdón a Sancho “por hacerte parecer loco como yo”; en lo que puede leerse como una catarsis final que el autor le otorga a su personaje para encontrarse consigo mismo. Una “segunda burla” al manicomio de incomprensión al que lo habían condenado los espíritus vulgares de su tiempo.
El paso del tiempo en Shakespeare y Horacio
La segunda ponencia estuvo a cargo del doctor Alfredo Fraschini, investigador de la UNVM y actual director de su Centro Filológico.
Especialista en literatura clásica, Fraschini se refirió al aspecto menos conocido de la obra de Shakespeare: su poesía. Y lo cruzó con su pasión por los versos latinos compuestos por un romano 50 años antes de Cristo. Así, “Las huellas de Horacio en los sonetos de Shakespeare”, dieron noticia de influencias y confluencias.
Fraschini comenzó diciendo que “a Shakespeare lo suelen calificar de clásico y barroco, epítetos que no necesariamente remiten a una época y que también son válidos para Horacio. Y es que, más que un estilo, el barroco es un modo particular de aproximación al objeto estético basado en un juego de opuestos: belleza-deterioro, juventud-vejez, vida-muerte. Y de estos claroscuros están hechos los versos de ambos. Pero quizás la mayor coincidencia entre Shakespeare y Horacio haya sido la de saberse poetas en un mundo material; lo que los acerca a los dioses y los aleja del vulgo. Ambos son conscientes de su misión en la Tierra y saben que sus versos dotan de eternidad a los objetos nombrados y no a la inversa”.
En cuanto a los ejes temáticos, Fraschini señaló que “tanto Horacio como Shakespeare están obsesionados por el paso del tiempo. Horacio dirá en la Oda XIV “los años se deslizan fugaces” y hará un culto del “carpe diem” (“vive el día”); mientras que Shakespeare hablará de la vuelta cíclica de las estaciones; a la inversa del hombre cuya primavera llega solo una vez. Esto le hará escribir en el soneto 60 (y remedando a Heráclito) que “el tiempo se escurre de las manos como el agua”.
“Sin embargo –sigue Fraschini- para el poeta inglés hay una sola cosa que el tiempo no puede destruir: el amor. Mientras que para Horacio, lo que el tiempo no puede destruir es la belleza estética. Por eso dirá que “la poesía es un monumento más duradero que el bronce”. Amor y belleza se vuelven, así, una sola eternidad en ambas obras”.
Al final, Fraschini se preguntó si estos puntos de contacto fueron o no intencionados. “Si verdaderamente Shakespeare leyó a Horacio y se propuso imitarlo o si, sencillamente, ambos vivieron en épocas muy parecidas que condicionó sus producciones. Alguien dijo una vez que cuando dos poetas se parecen es porque imitan a un tercero”. Y a modo de conclusión hizo un silencio, acaso tratando de imaginar quién sería ese autor casi divino del cual habrían nacido, como dos gemelos, el genio de Shakespeare y de Horacio, sin parangón alguno en la tierra.
El Che como un “Quijote” de Latinoamérica
Representando a la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Villa María, el escritor y hacedor cultural Normand Argarate cerró el plenario con su ponencia “El Che, lector del Quijote”.
Argarate hizo un paralelismo entre las características del personaje de Cervantes y el revolucionario argentino, y remarcó a modo de dato que “el Quijote fue la lectura que más marcó al Che, el único libro que llevaba todo el tiempo en su mochila aún en plena lucha armada”. La comparación de Argarate irá más lejos todavía; ya que no sólo buscará paralelismos entre Guevara y el Quijote sino entre Guevara y Cervantes. Los encontrará en dos puntos: la lectura y el ejercicio de las armas.
“En Sierra Maestra –dirá Normand– el Che se ocupaba permanentemente de la formación intelectual de la tropa porque para él, la lectura era un elemento clave en la transformación de los pueblos. Por su lado y al igual que Guevara, Cervantes tomará las armas y peleará heroicamente en la batalla de Lepanto donde perderá la movilidad de una mano. Esa herida será su orgullo, como lo serán para el Che los libros que ha leído”.
Finalmente, Argarate instó a los presentes a preguntarse “cuánto hay de quijotesco en la figura del Che; entendiendo lo quijotesco como un gesto de utopía e ideal, de búsqueda de justicia absoluta, de metáfora para derribar molinos de viento. “En los tiempos del Che, esos ‘molinos’ eran los modos de imperialismo ¿Cuáles son los de ahora?”, se dijo.
A modo de conclusión, el poeta villamariense señaló que “Miguel de Cervantes y Ernesto Guevara son dos nombres que, a partir de la literatura, se transforman revolucionariamente: uno en las letras y el otro en la historia”. Y para afirmar este paralelismo, citó un fragmento de la última carta escrita por Guevara a sus padres antes de partir a Bolivia: “Otra vez siento bajo mis talones el trajinar de Rocinante”.
“Podemos pensar –dijo Normand- que en esta carta previa a su muerte el Che se asumía otra vez como un caballero andante que salía al camino en un último gesto de idealismo”.
Hago un paréntesis para finalizar esta nota. Y con todo el respeto que me merece Normand Argarate (doy fe de su talento como escritor y como persona de bien) no puedo dejar de decir algo que siento como un deber ineludible: que para este humilde comunicador, el concepto de “idealismo” no puede (no debe) ir asociado jamás a ninguna acción que implique el uso de las armas o la fuerza. Quienes salen “a matar para cambiar el mundo” y fusilan a sus prisioneros, lo que realizan no es un acto de idealismo sino un acto de violencia. Y en mi diccionario personal, los que así proceden se llaman “asesinos”. Así maten en nombre de la Revolución, del Corán o de la Santa Inquisición.
Iván Wielikosielek
El primer profesorado de Letras y su vigencia
No podían estar ausentes en este doble bicentenario antiguo como dos casas de Tucumán justamente ellas, las iniciadoras del primer profesorado de Letras de la ciudad allá por 1958. Ese profesorado que fuera de excelencia en los años 70, cuando profesores de la Universidad de Córdoba se “autoexiliaran” en esta pacífica Villa escapando de la persecución ideológica. Ese de cuyas aulas egresaron docentes como Dolly Pagani, Nélida de Toribio y Marta Parodi, ineludibles a la hora de entender la educación villamariense. Por eso, desde la cátedra de Literaturas Extranjeras II (profesorado de Letras) donde el inglés y la literatura española van de la mano, surgieron estas jornadas. Su coordinadora, la magister Mónica Vanzetti (junto a los profesores Sabina Basualdo, Diana Cornero y Javier Páez) comentó que “las jornadas fueron un éxito por la cantidad y calidad de las ponencias, por lo que significó la participación de varias carreras del profesorado y por la maravillosa convocatoria dentro y fuera de la institución”.
Amén del plenario principal (cuyas conferencias se detallan en el corpus de esta nota) tuvieron lugar una veintena de mesas de trabajo y paneles interdisciplinarios entre los que se destacaron “De Cervantes a Sábato, conflictividad del yo y el contexto narrativo”, por Gabriela Sarasa de la UNVM. “Shakespeare y Cervantes ingresan a las aulas”; taller de nivel medio de María José Rinaldi y Eugenia Vivian, del Ipem 147 y la UNVM. “Shakespeare, Borges, tradicional traidores: la literatura antes de internet”, por el profesor Francisco Cabello, del Centro de Estudios e Investigaciones en Filosofía Francesa de la Universidad Nacional de Rosario. “Jamle, el gaucho shakesperiano argentino. Aportes lingüísticos y literarios”, por los profesores Silvia Cardozo y Gabriela Luján Giammarini de la UNVM y Conicet. “La preocupación por el mundo natural-animal en Sancho Panza: Análisis Ecocrítico de la escritura cervantina”, por Diana Conrero de la Universidad Católica de Córdoba y el profesorado Gabriela Mistral; y “La traducción literaria: un desafío lingüístico, sociocultural e ideológico”, por Mónica Vanzetti, docente de Letras e Inglés de las Rosarinas.
Entre las ponencias de alumnos del profesorado, cabe mencionar “Una lectura de la tragedia shakesperiana en la dramaturgia argentina”, de María del Rosario Stefani (cuarto año de Lengua y Literatura); “El Quijote a través de Borges” de Micaela Gallardo, María Belén Medina, Valentina Ramírez, María Gracia Retamosa y Milagros Sastre (tercer año de Inglés); “Otelo: una historia de amor condenada por los celos”, de Romina Blaffert (tercer año de Inglés); “Miguel de Cervantes Saavedra: un dramaturgo sagaz”, de Marina Roatta, Antonella Roche, Rocío Tapia, Luciano Testa y Jessica Valladares (cuarto año de Inglés) y “Una vuelta romántica: la Verona de Shakespeare”, de Rodrigo Allasia (tercer año de la Tecnicatura Superior en Turismo).