Hay veces que necesitamos darle algún sentido a nuestras vidas, entre tanta rutina aniquiladora, entre tanto vacío existencial, entre tantas horas trabajadas para comprar un sommier nuevo y así poder descansar de todo lo que trabajamos para comprarnos un sommier nuevo. Si, gollete hace mucho que no aparece debe estar fumándose un faso en el baño.
Por suerte, existen esos lugares que nos redimen el espíritu, y que hacen ver que todo valió la pena. Como la Patagonia, y en particular el Camino de los Siete Lagos. Un espectacular circuito ubicado en el suroeste de Neuquén, provincia capicúa si las hay, “Porque tiene los tres ángulos iguales, todos de 60 grados”, explica el Profesor Old Sumggler, quien todavía mareado abrió el libro en el capítulo “Triángulo equilátero”.
La ruta en cuestión conecta San Martín de los Andes (al norte) con Villa La Angostura (al sur) en 100 kilómetros de majestuosos paisajes. Postales protagonizadas por colosales montañas, encendidos bosques y radiantes lagos, que como ya habrá quedado claro son siete, al igual que los días de la semana, las notas musicales, los enanitos y las veces por minuto que nos preguntamos “¿cómo hará un ser humano para ser tan mercenario, ruin y pel… al mismo tiempo?” cada vez que escuchamos el programa de Leuco.
En concreto, el célebre camino sale a la cancha con los siguientes lagos: Lácar, Machónico, Falkner, Villarino, Escondido, Correntoso y Espejo (en ese orden, si vamos del norte al sur), aunque en el final se suma también el Nahuel Huapí, desvirtuando el nombre del paseo y generando así una paradoja espacio-tiempo que no te la resuelve ni el Doctor Emmett Brown drogado.
Todos espejos de agua de notable estampa, que conjuntamente con el majestuoso entorno dejan a la naturaleza bañada en loas “claro, porque yo estuve seis días rascándome la pera”, dijo Dios, ofendidísimo.