Frente a estudiantes y asistentes habló de su carrera, sus orígenes, sus ídolos y su estado de salud
Ayer inició la 5º edición del Congreso Latinoamericano de Formación Académica de Música Popular en el Campus de la UNVM.
Más allá de que la jornada inaugural contaba con actividades destacadas como la clínica y el concierto a cargo del pianista de jazz Ernesto Jodos, la figura que atraía todas las miradas era la del carismático artista uruguayo Rubén “el Negro” Rada.
El creador de “Loco de amor” y “Terapia de murga” brindó una charla abierta -supervisada por el coordinador del evento Claudio Vittore- a la siesta en el flamante auditorio universitario y un extenso recital junto a sus músicos (entre ellos, sus hijos Lucila y Matías), por la noche en el salón Bomarraca.
“Vengo del barrio y del hambre”
El diálogo con estudiantes y asistentes al evento comenzó -como no podía ser de otra manera- con una improvisación colectiva que “el Negro” instó a seguir sobre el final de un blues que minutos antes había interpretado el conjunto local Irasu, a modo de ofrenda.
Entre relatos, anécdotas, reflexiones y chistes, Rada (72 años), repasó parte de su carrera profesional que iniciara a la tierna edad de 10 años, cantando ante 4.500 personas como parte de una murga uruguaya.
“No me considero un músico, sino que he estudiado a otros músicos. Yo vengo del barrio y del hambre y no pude estudiar como ustedes, tuve que salir a laburar en los telégrafos, me acuerdo. Por eso creo que es tan importante estudiar y no quedarse, para aprenderse las técnicas. Yo sí tengo las notas metidas adentro, pero necesito de otro músico para que las armonice. Podría decirse que soy un cantor popular que tiene facilidades para componer”, puntualizó.
En cuanto a sus ídolos, valoró a letristas como Chico Buarque, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Stevie Wonder, a la vez que rindió loas a Hugo Fattoruso (con quien creó grupos como Opa y Aros Rada, la formación “africana” paralela a Los Shakers), y a Eduardo Mateo, creador del candombe beat, con quien compuso cerca de 80 canciones durante 10 años, de las cuales algunas terminaron en el grupo El Kinto y muchas de ellas se perdieran. De todos modos, su máximo referente, precisó, fue John Lennon.
“Cosas de negros”
Asimismo, reparó en el hecho que comenzó a escuchar candombe no por un músico uruguayo, sino por el argentino Alberto Castillo y que dicha música era mal vista en “el paisito”. “Antes era cosa de negros y ahora en todos los barrios de Montevideo se toca”, acotó.
Lo mismo sucedió con el tango: “Hay que decir que el tango era tango y provenía de los negros y se tocaba en los quilombos. Pero cuando esta música se fue para el centro de las ciudades ya no había negros porque la mayoría había muerto en la guerra del Paraguay. Hoy la música argentina hubiese sido otra cosa si hubiera al menos cinco millones de negros. Es hermosa, pero es muy cerebral y profunda, tal vez con más influencia afro tendría más ritmo”.
Respecto a su estilo musical se definió como “de fusión”. “Yo trabajé mucho tocando y cantando en barcos o cruceros donde hacía de todo para poder comer. Por eso pude hacer dixieland, rock, candombe, lo que sea. El tema que sos un paria en el mundo si hacés esta música a la que también llaman ‘world music’, porque te cuesta vender discos”.
Por último, relató momentos bastante disímiles en su carrera, como pasar de tocar con Jon Anderson (quien se confesaba admirador del uruguayo), a escribir canciones para terceros (como a Alejandro Fernández) o acompañar de ignoto con la peruana Tania Libertad en México para sobrevivir. No obvió recordar la necesidad de recurrir a metáforas en sus canciones en tiempos de dictadura (como en “Dedos” y “Blumana”), ni de dar cuenta de su reciente intervención quirúrgica.
“Me pusieron un estent y el médico me prohibió la sal, pero a la música no. Sin música yo no podría vivir”.
Para esta noche
A las 20, Néstor Marconi y su orquesta junto al trío MJC en el Campus.
A las 22.30, peña con artistas en el Club Rivadavia (25 de Mayo y Bolívar).