Raphael brindó un concierto extenso e histórico junto a la Orquesta Sinfónica de nuestra ciudad que debutó anoche con más de 60 músicos
La espesa temperatura de la víspera y la tesitura romántica que englobó a la segunda velada del Festival de Peñas fueron ejes de comentarios tanto del público que se acercó al «Anfi», como de los propios animadores.
El maestro de ceremonias, Miguel Borsatto, ornamentó su discurso inicial, a las 21 en punto, con sinónimos de amor. Hasta recordó que «el escenario nació enamorado», en alusión al compositor que da su nombre: Hernán Figueroa Reyes. En tanto el conductor invitado, Rony Vargas -que volviera al Festival tras una participación especial en la edición pasada para presentar a Valeria Lynch-, aludió sin rodeos al calor reinante. «¿Se están abanicando, no?», lanzó como pregunta retórica mientras la sensación térmica alcanzaba los 32 grados.
Más allá del tórrido aliento que desaparecía detrás del río Ctalamochita o las sonoridades ligadas a los sentimientos, se podría destacar otra característica que enmarcaba a toda la programación de la segunda luna. Se trataba de una velada orientada especialmente hacia una audiencia superior a los 30 años, aspecto que no se desarrollaba en otras ocasiones cuando el eclecticismo artístico aspiraba a reunir distintas edades en una misma noche.
A toda Orquesta
Tras la exhibición del videoclip con la «Zamba para Villa María», el infaltable «peña y corazón abiertos» de Borsatto y la lluvia de papeles en consonancia con los acordes de la Orquesta Estable, llegaría el ballet Flor de Ceibo y Passion a cargo de los hermanos Germán y Marcos Macía. Alrededor de 30 bailarines plasmaron coreográficamente el corte folclórico «La viajera» de Soledad Pastorutti. Mientras el elenco interpretaba estilizadamente la canción, adornada por banderas argentinas, en las pantallas se visualizaban postales de nuestro país.
Sólo restaba presentarlo a él. «Al Niño, al más grande, al jefe», dedicó en pocas palabras Rony Vargas al genial cantante español Raphael. A pesar de que se decía por lo bajo que el calor lo tenía a mal traer, enfrentó al público villamariense con una inquebrantable postura, nutrida de una elegancia, inusitada entrega y manejo de escenario cimentados en 55 años de trayectoria.
Mientras un buen número de espectadores todavía ingresaba al recinto, el artista se paró delante del director avilesino Rubén Diez y laimponente Orquesta Sinfónica de nuestra ciudad, que debutó anoche con más de 60 músicos en escena.
Se trataba de la primera vez que el espectáculo «Sinphónico» del ibérico aterrizaba en América Latina. Dentro del Festival, el antecedente más próximo en materia orquestal data de varios años atrás cuando el pianista Raúl Di Blasio solicitó un cuerpo instrumental sobre el escenario.
El elenco local, integrado por estudiantes de la UNVM e instrumentistas de Córdoba, se ubicó en tres sectores: al centro, el gran elenco de cuerdas (compuesto en parte por miembros del Ensamble Instrumental de nuestra Universidad), además de la percusión a la izquierda y los vientos y bronces a la derecha, ambos en plataformas elevadas.
La ovación
El repertorio de largo aliento que desandó Raphael inició a las 21.20 con «Ahora», «Provocación» y la recordada «Mi gran noche». Minutos después llegaría una versión personalísima de «Gracias a la vida», «Qué tal te va sin mí», «Detenedla ya (una ladrona)», con los primeros impulsos teatrales, de «yapa» para la gente. Más tarde, ocuparía el rol de Díaz para oficiar, al menos desde los antojadizos movimientos de brazos, la función de director.
A medida que el show proseguía, el público le rendía tributo al artista con aplausos de pie en distintas ocasiones. En un momento, Raphael dejó descansar a la Orquesta para invitar al guitarrista colombiano Juan Guevara, con quien recreó, a su deliciosa manera, obras de música populares como «Que nadie sepa mi sufrir» y «Cuando llora mi guitarra».
La friolera de casi 25 temas y cerca de las dos horas, contó en el tramo final con algunas joyitas, como un «in crescendo» de colchón instrumental para «Escándalo» o la gran página cedida por Perales, «Yo sigo siendo aquel». La ovación suprema, con todo el mundo de pie, arribaría con «Como yo te amo». «¡Los amo tanto!», exclamó ante todos.