La poco conocida localidad, ubicada en el Valle de Paravachasca, ofrece una cortina montañosa espléndida, y aires viejos en su arquitectura y los modos de su gente. La escapada al dique
Escribe: Pepo Garay
ESPECIAL PARA EL DIARIO
José de la Quintana es una hermosa sorpresa que el viajero se encuentra en los jardines del Valle de Paravachasca, 20 kilómetros al sur de Alta Gracia y 180 al noroeste de Villa María. Pueblito gaucho y amigo, que nació allá por mediados del siglo XVIII y que de esas épocas y allende conserva los rasgos viejos, y en el ala oeste una espectacular cadena montañosa que los sabios hubieron de llamar Sierras Chicas (aunque por estos pagos se ven enormes). Inesperada sorpresa que añade río y un dique cercano para refrescar cuerpo y alma.
Es un cantar deambular por la aldea y contemplar las casonas antiguas, tan antiguas como sus habitantes, que hablan el lenguaje de la montaña y de la peperina. Serenas las mañanas, las tardes y las noches, en un entorno marcado por la arquitectura de siglos idos, y gusto a campo. Ese que se presenta a los cuatro costados, al son de los cerros, del valle frutal.
Dando vueltas por las pocas cuadras (no llegan a vivir mil personas en la acuarela tradicionalista), el visitante vuelve a preguntarse porqué nadie le dijo nada de José de la Quintana. Será por la maldita manía de ir siempre a los mismos sitios. Será por la pereza. Será por la falta de audacia. Lo importante es que la opción está. Y es muy apetecible, por cierto.
Se lo dice uno a los paisanos, y ellos ni se mosquean. Un puñado de hippies se dio cuenta del regalo, y pusieron sus emprendimientos, fincas de meditación incluidas. Igual que el porteño que no se fue del capitalismo, y acá clavó su negocio de embutidos. Deliciosas las cosas que salen de la zona, la bondiola y el salame ahumado de emblemas.
Rumbo al dique
Tras la recorrida por el mapa criollo, toca acercase a Boca del Río. Distante a apenas 5 kilómetros de camino interno, el lugar aprovecha el río para labrar postales híper serranas y el dique Nivelador La Quintana para potenciar todo. Construido en el meridiano de la década del 50, la obra ofrenda 50 hectáreas en espejo de agua, hijo del Dique los Molinos (el que divide al Valle de Paravachasca y al de Calamuchita, y que corporiza una escapada de fuste) y de días de relax.
Excelente chance para nadar tranquilamente, practicar deportes náuticos a vela (los motores no están permitidos) o probar suerte con la caña, aun cuando los dientudos, las carpas y los pejerreyes suelan andar porfiados. Allí, en la esencia del valle de Paravachasca, y en los bordes de un pueblo encantador.
Cómo llegar
La forma tradicional de llegar a José de la Quintana desde Villa María es pasando por Almafuerte (luego de atravesar Río Tercero), y tomando allí la ruta nacional 36 con rumbo norte. Unos 5 kilómetros antes de llegar a Despeñaderos, surge a mano izquierda la Ruta Provincial 56, la que hay que tomar y recorrer 15 kilómetros más. En total son 180 kilómetros de asfalto. La otra opción (prácticamente es la misma distancia), es dirigirse a Pilar, luego a Alta Gracia y desde allí en dirección sur vía Villa Anisacate.