¡Hola, amigos! Me llamo Diana. Mi raza es policía. Les voy a contar la historia de mi vida. Cuando fui cachorrita vivía en una estancia alrededor de Etruria. Mi dueño, un señor muy bueno, me enseñó a saltar bien alto. Cuando aprendí bien, me llevó a competir a Buenos Aires. Yo estaba brillante cuando fue el certamen, había una gran cantidad de perros muy lindos. Yo los miraba con recelo, tenía algo de miedo. Llegó el momento del certamen y comenzamos a saltar. Yo pensé: «Tengo que ganar, saltar tan alto como nadie». Ese día gané una copa y una medalla. Me aplaudieron todos, recibí toda clase de mimos. Así transcurrieron muchos certámenes y todos los ganaba.
Mi papá humano ponía los premios en la estufa del comedor. Pero, queridos amigos, nada es duradero.
Una mañana, se llenó de automóviles la estancia. ¿Qué ocurría? Algo muy triste, mi amo se había enfermado y estaba muy mal. Los hijos decidieron llevarlo a Buenos Aires, entonces me regalaron a un peón llamado Mario. Viajé a Villa María en un camión. Cuando llegamos, todo el ambiente me era extraño. En la casa había niños, ellos me dieron la bienvenida con abrazos y cariños. Noté que la dueña de casa me miraba raro, seguro no le gustaba mi presencia. Allí comenzó mi calvario. Me dejaron afuera, sin comida ni abrigo. Llovía y yo me mojaba toda. Luego gané la calle, me arreglaba para pedir comida y agua a los vecinos. La mayoría eran buenos, me tiraban un huesito.
Después tuve a mis perritos. La primera vez tuve siete, todos muy bonitos. Yo los cubría, pero no podía con todos. Algunos vecinos adoptaron a mis perritos y yo seguí la vida con la ayuda de una señora muy buena. Ella me daba de comer todos los días, no permitía que nadie me pegara. Mi nuevo dueño trabajaba en un edificio y yo siempre lo seguía, pero eso mucho no le gustaba. Mi amiga Nelly, la vecina que siempre me llevaba a su casa, me daba agua y comida, me acostaba en su living. ¡Qué lindo era estar con buena gente! Luego, cuando mi amo se cambió de casa, yo me fui con ellos, pero en realidad querían que me fuera de la casa. Después de una situación fea que me tocó vivir y que prefiero no recordar, comenzaron los días más felices para mí. Me acordé que tenía una amiga que se llamaba Nelly y que ella me daba cariño. Cuando me vio llegar se puso a llorar, se puso muy feliz. Desde ese momento, estoy viviendo con ellos. Me curaron, me hicieron operar y ya no tuve más perritos. Ahora estoy muy gorda. Tengo camita y plato para comer, no me falta nada. Mis nuevos amos, Nelly y su esposo Rodolfo, me quieren, me hacen mimos y me dan mucho cariño. Saben, amigos, cuando sufría, yo creía que todos los hombres eran malos, pero luego cambié de opinión. Ahora todo es lindo en mi vida. Suerte que los que aman a los perros son los seres más buenos y cariñosos. Que siempre reine el amor!!!
Diana, mi dueña y quien me ayudó a escribir mi historia es Nelly Bonoris de Charras.