MANO A MANO con Raúl Oliva
Nació en La Playosa, el 9 de diciembre de 1956. Es director y fundador del Centro de Educación por el arte. Casado, 3 hijos, 2 nietos. A la edad de 7 años su familia se radicó en Villa María. Nunca militó en un partido político. Desde niño mostró inclinación por las distintas disciplinas del arte, hizo teatro, dibujo, pintura, hasta que concentró su camino en la danza clásica, pasando de bailarín a maestro para la formación de nuevos talentos del ballet. Fue director de Cultura de la Municipalidad de Villa María, desde 1988 hasta 1997. Hoy, sigue con su trabajo de planta en el municipio y con su actividad privada en la academia
Escribe Nancy Musa
De nuestra Redacción
No es un militante partidario, es un trabajador y militante de la cultura. En su torrente sanguíneo se deslizan suavemente los movimientos de alguna sinfonía de los grandes maestros de la música clásica. Apasionado por el baile, exigente, esforzado, voluntarioso. Está en permanente búsqueda de proyectos que brinden oportunidades a los jóvenes bailarines.
Raúl Oliva tiene una mirada crítica de la realidad del país y de las políticas que “nos llevan cuesta abajo”, según sus palabras. El rol de la cultura, la ausencia del Estado para apoyar al arte, sus primeros pasos en el ballet, su tránsito por la función pública, fueron algunos de los temas abordados en la charla, matizada con un buen café, fuerte y caliente como algunos de sus conceptos.
–¿Qué rol debería estar cumpliendo la cultura en el contexto actual, en este siglo XXI?
-Debería tener un rol preponderante y para eso haría falta en todos los estamentos de gobierno, nacional, provincial, municipal, una definición clara y precisa de una política cultural. Una política que tenga que ver con la idiosincrasia propia de nuestro pueblo.
Hubo algunos intentos, pero en este país tenemos la costumbre que lo que hizo uno viene otro y lo deshace, debería ser una cuestión de Estado el desarrollo de la cultura en el país para potenciar un montón de cosas, pero por sobre todo crear en el pueblo una conciencia de Nación.
De tener este sentido de pertenencia que por ahí parece que los argentinos no tuviéramos.
–¿Por qué nos cuesta tener arraigada una identidad propia, alguna vez se lo preguntó?
-Sí, mil veces me lo pregunté. Y siempre caemos en lo mismo, en que somos el producto de la mixtura de un montón de razas, provenientes de diferentes lugares, de diferentes maneras de vivir y es como que todo eso no termina de unirse, falta algún elemento aglutinador que pueda acrisolar todo eso y construir algo propio.
Vos viste que siempre hemos vivido separando lo precolombino, lo originario, de lo que vino de afuera, nunca hubo una fusión de ambas corrientes, más allá que lo vino de afuera es un abanico enorme.
Quizás sea eso y también la falta de una política de desarrollo cultural a nivel Nación coherente y sostenida en el tiempo como una cuestión de Estado, más allá de los gobiernos de turno. Como ocurre en otros países que tienen un proyecto de Nación y más allá de quien gobierne, el proyecto es siempre el mismo, se potencia, se adecúa a los nuevos tiempos, pero siempre sobre la base de la tradición y la cultura de ese pueblo.
–¿La juventud está fortaleciendo con su aporte, su visión, el ámbito cultural?
-Sí, yo veo en los jóvenes un gran potencial, muchas ganas de hacer cosas, se preocupan, estudian música, cine, diferentes carreras, pero no tienen oportunidades. Porque al no haber proyecto, no se genera una industria cultural que requiera de esa mano de obra especializada que está allí, latente, y que subsiste precariamente desde la voluntad individual de cada uno o de los pequeños grupos que vemos por ahí, con muy escaso, casi nulo, apoyo de los gobiernos.
Y ni que hablar de la parte privada, empresas que sponsoricen la cultura, puede haber contadísimas con los dedos.
Y por ahí ocurre que no apoyan lo local y apoyan lo que viene de afuera.
–¿Es un gran esfuerzo dedicar la vida a las actividades relacionadas con lo cultural?
-Sí, el que se decide dedicarse al arte, a encauzar su vida por ese canal de la cultura, asume que va a ser un camino de piedras y de espinas a lo largo de todo su trayecto. Por ahí, siempre hay algún iluminado que tiene la suerte de arribar al éxito y andar por carriles más aliviados (sonríe).
Pero también mantenerse sobre ese carril implica un esfuerzo muy grande, continuo, permanente. Lamentablemente nuestro país, y en general los países latinoamericanos, no ofrecen muchas posibilidades para el desarrollo del arte y está escasamente valorado todo.
–¿La televisión es en parte culpable de promocionar el show más que el talento?
-La televisión tiene un rol muy importante en cuanto al efecto que causa en la gente. Es sabido y harto comprobado que la televisión que penetra en todos los hogares, hace que las personas estén expuestas a lo que de ahí viene.
Y lamentablemente, la televisión está hoy en día utilizada como una herramienta para moldear la sociedad que los poderes dominantes quieren.
Entonces han encontrado en la televisión y en los medios de comunicación en general la herramienta ideal para cincelar esa sociedad y moldearla a su gusto y placer. Y hacer que esa masa responda a los estímulos que ellos envían a través de los medios.
–En los últimos años se ha visto un fuerte compromiso de artistas, músicos, intelectuales con la política ¿usted lo percibe así?
-Sí y se manifiesta en dos bandos, tanto los que defienden un proyecto de país y una forma de hacer política y los que no lo ven así y confrontan. Son dos maneras de ver las cosas.
Creo que es importante, es una forma de involucrarse y tratar de accionar en favor de defender tu pensamiento, aquello que apoyás porque te parece lo mejor para tu país.
Unos lo ven desde una óptica, otros lo ven diferente, pero cada uno con sus convicciones trata de llegar a su objetivo y está bueno que eso suceda.
Pienso que la democracia es eso, poder convivir con las diferencias, debatir ideas y llegar a las mejores conclusiones en paz y armonía (risas), respetándose mutuamente.
–¿La grieta influyó significativamente en el trabajo cultural?
-No lo he analizado en ese terreno. Pero sin duda, la grieta tiene una influencia en la sociedad, está muy abierta y es muy profunda. Y pareciera ser que el propósito del Gobierno nacional, en este momento, es ensancharla cada vez más.
Uno ve todos los días cosas que en vez de contribuir al achicamiento de esta grieta, al acercamiento de la sociedad para una convivencia más armónica, pareciera ser que es todo lo contrario.
No sé si la grieta específicamente influyó en el terreno cultural, pero sí sé que otras medidas han contribuido al deterioro de la actividad cultural en el país.
Habrá que ver cómo nos arreglamos como comunidad, como pueblo, para superar esta cuestión porque nuestro país no puede salir adelante en tanto y en cuanto exista esta brecha que nos divide.
–Desde su conocimiento, desde su experiencia ¿qué herramientas tenemos para ir cerrando la grieta sin esperar nada de los que están en el poder, para ir cerrándola como pueblo?
-Creo que en un principio hace falta un cambio de actitud de ambos bandos (sonríe). Tratar de escucharse mutuamente, de analizar los distintos pensamientos y ver de qué manera debatir todas estas cuestiones para arribar a una conclusión que mixture los intereses comunes y podamos volver a unirnos.
Pero, si no hay una intención de los gobiernos para que esto suceda muy difícilmente se subsane. Desde algún lugar alguien tiene que tomar la iniciativa y general el clima necesario para el acercamiento.
–¿Cuándo nace en usted esta pasión que siente por el arte?
-No sé si nace o si ya viene en uno. No sé si en los genes porque no tengo registro que en mi familia haya habido gente vinculada al arte. Lo cierto es que desde muy niño a mí me llamaba la atención todo lo que tuviera que ver con el arte, las luces, sobre todo las artes escénicas.
Me acuerdo patente que tenía 5 o 6 años e iba todos los domingos al cine, y salía de ahí y vivía en el mundo de fantasía de esas películas y lo recreaba en mis juegos (sonríe).
Cuando fui un poco más grande empecé a acercarme a lo que tenía a mano, taller de dibujo que había en la parroquia del barrio donde vivía. Y en el comienzo de la adolescencia empecé a buscar más en serio la manera de acercarme a lo que me gustaba y empecé en la escuela de Bellas Artes, a estudiar teatro, danza, y es como que la danza fue ocupando espacios más importantes y de a poquito fue desplazando a los otros intereses.
La danza lleva mucho tiempo y dedicación y fue lo que seguí con continuidad sin alejarme por completo de las otras actividades.
Me encantó la música y me hubiera gustado tocar el piano, pero aquí estoy a los 61 años todavía dando giros, desde otro lugar por supuesto (risas).
–¿Qué recuerdos tiene de su infancia?
-En La Playosa viví hasta los 3 años y luego hasta los 7 que vine a vivir a Villa María, mis padres vivieron en Buenos Aires. De ahí me acuerdo las calles, las avenidas, era la primera vez que me llevaban a una ciudad grande.
Recuerdo al frente de la estación de trenes de Retiro, había una cafetería y en la vidriera había una especie de muñeca mecánica que tenía una cafetera y un pocillo y servía café (risas). Yo me quedaba mirándola, fascinado, para mí era toda una novedad.
A mi edad de inicio de la escuela mis padres se vinieron a Villa María porque consideraron que era mejor para nosotros estar acá.
–¿A qué se dedicaban sus padres?
-Mi papá era policía de la provincia de Córdoba y mi mamá ama de casa.
–¿En qué escuela cursó sus estudios?
-Fui a varias. En principio, apenas llegamos vivimos en Villa María y empecé en la Escuela Ameghino que quedaba cerca de mi casa. Luego, a mi papá lo trasladaron a la comisaría de Villa Nueva y ahí fui al colegio de la Inmaculada Concepción. Después, ese colegio dejó de ser mixto, y me tuvieron que cambiar a la Escuela Manuel Belgrano de Villa Nueva.
Ahí terminé mi primaria y después hice el secundario en el Pío Ceballos.
–¿Era buen alumno?
-(Risas). Sí, era buen alumno, escolta, abanderado. Era aplicado y estudiaba mucho.
–¿Y con qué soñaba?
-Soñaba con esto de ser artista. Cuando éramos chicos, en el verano, iba a pasar días a la casa de mi abuela y a la vuelta había unos vecinos que tenían chicos de mi edad. A la hora de la siesta nos juntábamos en esa casa, en el fondo del patio había dos árboles, entre los dos árboles poníamos un alambre y colgábamos sábanas que hacían de telón y representábamos obras de teatro.
Invitábamos a los otros chicos del barrio para que nos miraran (risas).
Desde siempre tuve la fantasía de las tablas. Y apenas tuve la edad para poder hacerlo lo hice, a mi única voluntad, porque en esos años no tuve apoyo de mi familia.
Mi familia quería que hiciera una carrera universitaria. Pero bueno, yo quería hacer mi carrera en la danza.
–¿Fue duro elegir ser bailarín en una sociedad de pensamiento patriarcal?
-Muy, muy duro. Fue muy difícil. En principio, en el ámbito más cercano que era el grupo de los compañeros secundarios, primero “hubo como una cosa” y después ese grupo que me rodeaba lo tomó con naturalidad y todo bien.
Pero con el resto de la gente, y sobre todo en el ámbito de la familia, fue muy difícil. Yo creo que cualquiera en mi lugar hubiera dejado al segundo día, yo soporté muchas cosas de esas que ahora le llama bullying, fue terrible.
Pero yo estaba convencido de lo que quería y puse proa al norte, desplegué la vela y allá fui desoyendo todo lo que sonaba a mi alrededor (sonríe) y aquí estoy, y no me arrepiento en absoluto porque he podido disfrutar del tiempo de estudio, del tiempo de la actividad artística y sigo disfrutando hoy del tiempo como transmisor, como maestro, como formador de otras generaciones de bailarines.
–¿Por qué eligió la danza clásica, el ballet?
-Recuerdo que yo era chico y en la televisión en blanco y negro estaba el show de Los Muppets. Y en una de esas presentaciones aparece un bailarín que baila con la chanchita Miss Piggi, cuando lo vi bailar me fascinó, me encantó. Con el tiempo supe que ese bailarín era Rudolf Nuréyev.
Y empecé a hacer mis primeros pasos con Sesma de Pérez. Después fui a Buenos Aires y conocí el estudio de Olga Ferri y Enrique Lommi. Tomé clases ahí, y luego comenzamos con una amiga a ir a la Escuela Nacional de Danza.
Luego, hicimos unos cursos especiales en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. Ahí tuvimos la oportunidad de trabajar con maestros de Estados Unidos, de Varsovia, del ballet Bolshoi, entre otros.
Y el séptimo y el octavo año de la carrera lo hice en el Seminario del Teatro Libertador en Córdoba.
Y simultáneamente me convertí en alumno del maestro ruso Jorge Tomin.
–Además de Nuréyev, ¿qué otro bailarín pegó fuerte en su pasión por la danza?
-De los nuestros, José Neglia que junto a Norma Fontenla fallecieron en el accidente aéreo que hubo en el año 1971. El también me había impactado mucho, lo había visto en la televisión y me había quedado maravillado con Neglia y Fontenla.
–¿Qué se siente antes de salir a escena?
-(Risas). Hablando en criollo se siente un cagazo tremendo. Pero es como un instante, antes de salir a escena, una vez que diste el paso y saliste ya está. Ya no sos vos, sos el personaje que te toca interpretar.
–Para usted, teniendo en cuenta desde el comienzo de su carrera, ¿cuál fue el momento de mayor esplendor cultural del país?
-Qué difícil, no sé realmente. Creo que en la década del 60 hubo una eclosión muy grande, se dieron muchísimas cosas como la existencia del Instituto Di Tella que generó un movimiento impresionante artístico, del cual quedan muchas figuras dando vueltas.
Creo que ese fue un momento de brilló en la cultura y el arte.
–¿Qué saldos buenos o malos le dejó el haber sido director de Cultura en la Municipalidad durante diez años?
-En primer lugar, el mejor recuerdo que tengo es el haber sido convocado, para mí fue muy importante porque lo viví como una especie de reconocimiento. Pensar que reconocían en mí ciertas virtudes que podían ser valiosas para aportarle a la ciudad.
Después, asumir el trabajo propiamente dicho no fue una tarea fácil. Fue una época compleja, de escasez de recursos económicos, había que trabajar con muy poco, y recuerdo con mucho agradecimiento la excelente predisposición y buena voluntad de todo el arco artístico, cultural de la ciudad.
Porque cuando los convoqué a todos, respondieron de una manera realmente generosa, estuvieron, participaron y ayudaron a generar todo el movimiento que pudimos desarrollar durante esos casi diez años.
Fuimos logrando algunas cosas importantes como tener un lugar físico acorde.
–Se instalaron en lo que es hoy el Museo Bonfiglioli.
-Sí. Logramos instalarnos en lo que era el edificio de Obras Sanitarias en bulevar Sarmiento y San Martín.
Una de las cosas que lamento es no haber podido lograr la oficialización de los cuerpos artísticos que existían en ese momento.
Pero las cuestiones políticas tienen esas cosas, lamentablemente están atravesadas por intereses mezquinos y no se pudo concretar.
En general tuve muchas experiencias muy lindas y amargas también porque no todo es lecho de rosas (risas) y menos en la función pública.
Siempre tuve una actitud amplia e inclusiva, pero es muy difícil conformar a todo el mundo. Pero puedo decir que lo hicimos con mucho amor, con total dedicación, con la idea de proyectar a la ciudad a distintos lugares del país.
Y otra de las grandes satisfacciones que tengo, es que cuando me encuentro con gente de esa época me pregunta ¿cuándo vamos a volver? (risas). No, ya está, ya di lo que tenía que dar.
Y me fui un poco desencantado, porque mi salida no fue de las más felices.
–Lo hicieron ir.
-(Risas) Y se formó una especie de grupo anti-Oliva. Esta gente horadó y horadó el terreno hasta que se generaron todas las condiciones para que no pudiera continuar. Fue dos años antes de terminar mi tercer mandato. Me tuve que ir, me fui un poco desencantado, pero en ese momento me sucedió algo muy lindo, concebimos con mi esposa el tercer hijo, el más chico. Y a partir de ahí pude volver a mi actividad profesional y retomar mi carrera en la danza, ya no como bailarín porque tenía 40 años, pero desde otro lugar.
Y eso me ha traído hasta acá, estoy muy feliz, me siento muy halagado, donde voy convocado por la danza recibo los mejores honores. Dicen que nadie es profeta en su tierra y yo puedo dar fe que eso es así.
Me va muy bien fuera de la ciudad (risas), como a otros artistas villamarienses que les va muy bien en otros lugares y todavía no les ha llegado el reconocimiento pleno de la ciudad.
–La movida cultural de la ciudad hoy ¿cómo la ve, progresó en los últimos años?
-Hoy la veo como muy fortalecida en el ámbito independiente porque desgraciadamente no hay una política pública que apoye o propicie la actividad cultural local que es mucha, amplia y muy variada.
Todos los hacedores culturales de la ciudad estamos trabajando como siempre, con mucho esfuerzo, haciendo todo lo que podemos para mantener vivo nuestro arte, con escaso, o nulo apoyo oficial.
Lamentablemente es así, yo hubiera querido que fuera de otra forma. Hemos tenido experiencias no muy lejanas, donde se han hecho grandes eventos en Villa María, se ha invertido una cantidad exorbitante de dinero y no hubo prácticamente la participación de artistas villamarienses.
(Sonríe). Es como que te quedás mirando y no entendés. Me ha tocado pedir un apoyo mínimo para la realización de un evento y se me ha dicho que no.
Y no solamente a mí. Algunos pocos que por ahí son más allegados, tienen una participación un poco más activa.
–¿El diablo de la política mete la cola?
-No sé si es así o si es que hay una mirada diferente. Me parece que hay una mirada, y con lo que voy a decir tal vez ofendo a alguien, ciertamente peyorativa en lo que tiene que ver con los hacedores locales. Entonces, de ahí que consideren más valioso traer a alguien que tiene nombre, que está en el circuito profesional, sin importar lo que valga, que darle un mínimo espacio a un hacedor local. Que tendría que ser lo primero que deberíamos instalar.
Si las autoridades o a los encargados de la cultura les parece que el arte local necesita más desarrollo, pues deberían pensar en generar espacios y condiciones para que los artistas locales tengamos acceso a ese desarrollo, para que podamos llegar al nivel que por ahí ellos pretenden.
Se puede pensar muchas cosas porque no hay un mensaje claro. Pareciera ser que mientras hay dinero se contratan artistas foráneos y cuando hay escasez de dinero, como ha sucedido últimamente, hay una convocatoria abierta para los artistas locales.
Bueno, así estamos.
–¿Cómo diría que estamos?
-Hoy en día tenemos una infraestructura cultural como nunca se tuvo. El Centro cultural, el Parque de la Vida, la Tecnoteca, la Medioteca, el teatrino, pero vacía de contenido. Para qué se invirtió semejante cantidad de dinero en la infraestructura, para tenerla ociosa.
Funciona el cine, el espacio INCAA que tiene un buen funcionamiento porque la persona que está cargo es tenaz, trabajadora y comprometida. Por lo demás, eso debería ser un hervidero.
Se manejan con la universidad en la usina y hay una muestra a la que no va nadie, algún conciertito para 15 o 20 personas, no hay nada programado, que tenga una llegada masiva, es como que hacemos cositas para los amigos, falta que tomemos el té y pongamos las masas finas.
Mientras la mayoría de los artistas estamos fuera, y cuando vas a pedir una mínima ayuda es un “no”. Fuiste una vez, fuiste dos, te dijeron que no. A la tercera te convocan abiertamente, si te enteraste bien, y vas te dicen que puede haber una posibilidad de hacer algo, pero todo muy tirado de los pelos.
Es lamentable, porque Villa María siempre tuvo un gran potencial en cultura, que no se haya desarrollado en todos estos años una política de apoyo a la cultura. Si lo hubieran hecho, hoy seríamos un polo irradiador para el país con la cantidad de recursos que hubo disponible años atrás.
–¿Cómo es su relación con la directora de Cultura, Graciela Redondo?
-Con la directora de Cultura nos conocemos de chicos, somos excelentes amigos, hemos bailado juntos en alguna oportunidad, cuando éramos muy jovencitos, yo la aprecio muchísimo, pero obviamente tenemos diferencias de enfoque.
No hemos tenido un buen feeling en la relación funcionario-artista, no es lo mismo que la que tenemos como amigos.
Son dos relaciones que van por canales diferentes.
Uno después de tantos años de estar en la metier, haber atravesado tantos gobiernos, es como que va aceptando lo que viene, como viene y sin cuestionar demasiado (sonríe). A esta altura no voy a estar rogando por un espacio.
–¿Nunca le interesó dedicarse a la política partidaria?
-No, la verdad que no. Es algo que no me gusta y tuve la suerte que durante los diez años que fui funcionario público, el partido gobernante nunca jamás me pidió que militara. Y si lo hubiera tenido que hacer, lo hubiera hecho muy a mi pesar.
Si me dan una consigna, me dicen que tengo que colaborar con un gobierno desde lo que sé hacer, voy a desplegar todo, pero desde mi trabajo. Desde ahí puedo apoyar, me voy a poner al tanto cuáles son las intenciones, la meta, pero trabajar como militante político no me nace.
–¿Cuál es su opinión sobre la gestión del Gobierno nacional?
-En los años que yo llevo de vida, con todas las cosas que hemos atravesado, que hemos vivido gobierno dictatorial, hemos tenido distintos gobiernos democráticos de distintas facciones políticas, nunca vi una cosa como la que está ocurriendo en este momento con este gobierno.
Una desactivación de todos los estamentos institucionales, un cercenamiento de todos los derechos de los ciudadanos, un avasallamiento sobre la actividad económica del país, una entrega de la soberanía de nuestra Nación, de los recursos naturales, el endeudamiento, todo esto me da la impresión que esta gente no ama esta Patria.
A mí me dicen que es para encauzar el país, cómo vas a encauzar el país sumiendo al pueblo en la miseria, cercenando beneficios de los jubilados que los estás condenando a muerte, bajando el sueldo y elevando el costo de vida de manera exponencial.
¿Esa es la manera de encauzar el país? ¿Encauzarlo hacia dónde? Sinceramente, no lo entiendo, me parece que el pueblo argentino se equivocó muy grosamente, que esta gente fue absolutamente deshonesta en la campaña, con promesas que la gente les creyó y pensó que iba a ser diferente.
–No se ve muy optimista…
-La cuestión es que hoy estamos cuesta abajo y me da la impresión que cada vez tomamos más velocidad hacia el descenso y abajo se ve un agujero negro que no sabemos dónde vamos a caer.
Este desgranamiento se da en todos los órdenes, se cae todo, es como que una cosa arrastra a la otra y se va cayendo como esos edificios que implosionan y se van derrumbando enteritos.
Creo que este es un grupo de gente que no tuvo un plan de gobierno, sino tuvo, como leí por ahí, un plan de negocios y que asumió la conducción para hacer negocios descomunales.
Todos los días se destapan asuntos que ponen en evidencia un nivel de corrupción de todos los miembros del gabinete nacional, que no hay un Poder Judicial que investigue de manera objetiva estas cuestiones, que no hay justicia sobre estos hechos.
Y da la impresión que la sociedad está como anestesiada, observando anonadada todo, no sabe si creer lo que ve porque parece una película de ciencia ficción.
Es como terminan naturalizando todo y dicen bueno que sea así mientras vayamos al cambio. ¿Cuál es el cambio? Haber pasado de una situación medianamente llevadera a una situación incierta y negativa.
No creo que haya un solo miembro de la sociedad argentina, a no ser que pertenezca a una mínima élite de las corporaciones que a las claras se está beneficiando, que en algún momento más tarde o temprano vaya a dejar de reconocer que se equivocó.
–¿Y el tema de los cuadernos Gloria, qué reflexión le merece como ciudadano?
-La verdad no estoy interiorizado, más allá de las notas periodísticas, pero me parece una cosa insólita. Por empezar que viola los derechos constitucionales de los ciudadanos que han sido detenidos, más allá si los hechos son ciertos o no.
No soy experto en cuestiones judiciales, pero creo entender que una fotocopia de supuestos cuadernos que relatan una serie de acciones, cuadernos que ahora dicen que se quemaron, sea prueba suficiente para tener encarcelada a un montón de gente mientras se averigua, cuando otro montón de gente que aparentemente está involucrada y tiene vinculaciones con el Gobierno nacional permanece en libertad tras declarar en la causa.
–¿Por qué unos están presos y otros libres si las supuestas evidencias comprometen a los unos y a los otros?
Creo que una de las cosas que está en mayor decadencia es la justicia o el Poder Judicial.
Además me parece que todo esto; que es lo mismo que ocurrió en Brasil, en Paraguay, en Ecuador; es el nuevo modus operandi para generar la destitución de gobernantes, la proscripción de candidatos que pueden ser oposición muy fuerte, para mí la cosa viene por ese lado.
El enemigo no está acá, no está en el pueblo, no somos los de un lado o del otro lado de la brecha, el enemigo está arriba.
–¿Cuál es su sueño hoy?
-Mi sueño hoy es poder retirarme a algún lugarcito en las sierras, pasar los últimos años de mi vida con la paz, la armonía, la naturaleza.
Opiniones
Mauricio Macri
El peor mal de la historia de la República Argentina.
Juan Schiaretti
No tengo una opinión formada sobre él.
Martín Gill
Esperaba más, pensé que iba a ser otra cosa su gobierno. Lo respeto mucho, pero no me satisface su gestión hasta el momento.
Me gusta
La vida y todo lo que con ella viene.
Me encanta
Bailar, viajar, el arte.
Me divierte
La gente con buen humor, trabajar en proyectos.
Me entristece
La injusticia, la desigualdad, la falta de oportunidades.
Me enoja
La irresponsabilidad, la falta de compromiso.