El cura está en la Pastoral Juvenil con Esteban Ramonda. Remarcó que la juventud tiene valores y sentido de empatía y sostuvo que el mundo adulto no sabe llegar a los jóvenes. También consideró que hace falta una mirada de compasión hacia quienes delinquen, lo que “no significa justificar el delito”
Escribe Diego Bengoa
Fotos: Osvaldo Carballo DE NUESTRA REDACCION
-¿Cuáles son los principales desafíos del mundo adulto en torno a la juventud?
-Primero quiero señalar que el gran desafío de la juventud es la capacidad de armar proyectos de vida estables. Es algo a fortalecer y algo pendiente. No solo es un desafío para ellos, sino también para los adultos, estableciendo criterios claros a la hora de acompañar. Me parece que hay una falta de sintonía, un mundo adulto que mira a los jóvenes con la misma óptica con la que los miraba hace 10 años, cuando la realidad ha cambiado completamente en todos los sentidos.
Entonces te encontrás con un mundo adulto que quizás le tema al mundo juvenil y que se resiste a muchas cosas. Por otro lado, en el otro extremo, hay adultos que se meten entre los jóvenes sin conocer sus reglas propias y terminan haciendo agua. El desafío es hallar la forma de dialogar con los jóvenes desde su lugar de adulto y respetando los criterios propios de la juventud. Me llama la atención lo que se ve en las redes sociales. Los más grandes coparon el Facebook y los jóvenes han migrado hacia otras redes en las que los mayores no entienden tanto cómo manejarse. Creo que esto ocurrió porque se metieron en un mundo propiamente juvenil y no supieron respetar las reglas de comunicación de los más chicos.
Considero que hay que buscar un punto medio, el cómo sin invadir se pueda seguir siendo un referente para los cuestionamientos y búsquedas de los jóvenes.
-¿Tienen referentes?
-Sí, creo que siempre los encuentran. Quizás la referencialidad es mucho más amplia que antes. Hay que ver cómo siguen a los youtubers, a los personajes populares de Instagram, que tienen difusión masiva dentro de las redes y que terminan siendo referentes, porque pueden expresar a través de un video, comentario o foto cosas que ellos viven en su propia realidad.
Uno puede cuestionar o no esa referencia, no vamos a entrar a valorar esto, el joven los sigue porque están en búsqueda.
-¿En qué crees que cambió la juventud respecto a la de una década atrás?
-En el sentido de libertad. Hoy tienen una capacidad de expresarse mucho más genuina que tiempo atrás. Genuino lo digo porque lo hacen con sus propios códigos, expresiones. En un sentido negativo, creo que hay que decir que uno puede hacer lo que quiera teniendo en cuenta que la libertad va creciendo en la medida en que uno pueda hacerse responsable de las consecuencias de los propios actos.
-¿Lo tienen en claro?
-Creo que no, porque uno ve esto de que para algunas cosas se es grande y libre -entre comillas- y para otras seguimos dependiendo de los padres o los adultos.
-¿Qué te cuentan los jóvenes? ¿Cuáles son sus intereses, sus preocupaciones?
-Lo que más consultan y se preguntan es sobre el sentido de la vida, desde el ámbito de la fe y también quienes no tienen una participación activa en la iglesia.
Para qué vine, cuál es el valor de la vida… uno encuentra este cuestionamiento en dos formas: chicos que están en búsqueda de nuevos proyectos y también a veces, lamentablemente, en jóvenes que lo cuestionan desde la falta de sentido.
Estamos en una sociedad en donde hay muchas posibilidades, pero también donde el consumismo y el relativismo han vaciado el espíritu.
En el fondo la pregunta es la misma: cuál es el valor de la vida, lo que se expresa en alguien que está en búsqueda y en alguien que está trabado.
-¿Y cómo haces desde tu rol para tratar de mostrar que la vida tiene sentido?
-Este tema abarca todas las dimensiones de la vida de la persona. Desde la fe se intenta a ayudar a descubrir que su vida es un proyecto de amor de Dios, que se pueda sentir mirado y amado por Dios y que pueda hacer una experiencia real de eso. Esto cambia la orientación de cualquier persona.
El sinsentido está muy vinculado al sentido del abandono. Desde la fe tratamos de hacer tener la experiencia en cada joven de que Dios es su padre y lo ama, que el valor de su vida no está determinado por el criterio ni la opinión de los demás y que su vida está llena de virtudes, que son para su felicidad y el servicio a los demás. Nadie está puesto para la “nada”.
Y uno ve cambios positivos, sobre todo en la juventud, donde el qué puedo hacer por los otros es una inquietud a flor de piel.
-¿Por qué crees que no se encuentra un sentido? Hablaste del sentir abandono.
-Sí. Vivimos en una sociedad en que estamos con mucha gente, pero no necesariamente estamos con otros; donde escuchamos muchas cosas, pero no nos escuchamos entre nosotros.
No obstante esto, en los jóvenes veo mucha capacidad de empatía. Lo reflejan las redes sociales, ante un cumpleaños o cuando un amigo pierde a alguien y los demás ponen la cinta negra. Son valores que siguen estando, esto de ofrecer la oración en grupos de WhatsApp, por ejemplo. Hay un sentido de la presencia de Dios que continúa intacto. Hoy dicen que el joven perdió la fe. No estoy de acuerdo. Se manifiesta de otro modo, que no es menos valioso que la forma de antes. Sí es cierto que se nota el cuestionamiento de los jóvenes hacia las instituciones.
-¿Qué sugerencias harías a las autoridades respecto a políticas hacia los jóvenes?
-Habría muchas cosas para decir. La realidad juvenil es tan amplia que uno podría hablar de la droga, del trabajo, porque la inserción laboral genera una frustración muy grande porque se reciben o terminan el secundario y no encuentran empleo. No somos una sociedad que genere lugares de encuentro y de participación para ellos, que va más allá de la militancia en un partido.
Tenemos que aprender a mirar de cerca su realidad, y que en cada respuesta que cada institución busque dar tengamos en cuenta (me incluyo porque me hablo como iglesia) que el resolver problemas va más allá de darle solución a algo puntual. Cada solución tiene que ser mirada desde el facilitar la felicidad, de que el joven pueda sentirse pleno en un proyecto de vida. Al por qué hay que sacarlo de la droga no solo hay que mirarlo desde que lleva a la delincuencia y a la muerte, sino desde el hecho de que no lo deja ser feliz. El por qué pensar en el desempleo juvenil no pasa por tener trabajo y bienestar económico, sino por la felicidad. Hay jóvenes con buen trabajo y sueldo y no son felices. El por qué pensar en una calidad educativa pasa por tener la capacidad de discernir qué quiere para su vida. No sabemos pensar esto de manera integrada.
-¿Qué reflexiones te despierta la delincuencia en esta franja etaria?
-Me duele cuando se habla del tema pensando en esto como una característica de la juventud perdida.
La delincuencia tiene que ver con historias de vida. Tenemos que aprender a mirarnos y mirar cada historia y realidad particular. No podemos resolver las cosas de la misma manera para todos. Cada persona tiene su propia vida como un misterio y es ahí donde tenemos que dar la respuesta.
Entiendo que la Justicia tiene que actuar desde su modo de acción, pero a veces uno juzga a las personas por las cosas que hace, y también tenemos que hablar de la persona.
Generalizamos demasiado a los jóvenes y eso lleva a la estigmatización.
Me duele escuchar ciertas cosas, muchas palabras de juicio. Tener compasión del joven delincuente no significa justificar ni aprobar el delito. Tenemos que tener una mirada más compasiva.