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Trabajo comprometido

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Trabajo comprometido

En una muestra del comprometido trabajo docente, en el final de la década del 30 se editó un estudio que relaciona las condiciones de vida y la primera escolaridad de los niños en la ciudad y región. Los resultados, volcados en un interesante libro, permiten asomarse tanto a la realidad de las familias pobres de entonces como al fenómeno del analfabetismo que aún no ha sido totalmente derrotado

Un libro pocas veces citado por quienes se ocupan de la historia de nuestra ciudad y región es  “Analfabetismo y miseria. Pan – Ropa – Techo – A. B. C. D. E.”, cuyo autor es el maestro Arnoldo J. López. Es una obra interesante que cuenta con poco más de 100 páginas. Este ensayo fue editado en 1939 en la ciudad de Buenos Aires. Es claro que se trata de un material que debe integrarse a larga tradición intelectual de la ciudad, que ha tenido figuras destacadas en el campo de educacional.

López, en su juventud, obtuvo el título de maestro rural y no sólo ejerció el noble trabajo docente en Villa María, sino que también lo hizo en la región, “en una chacra de Yucat arrendada por el señor Mateo Elena”, en Villa Nueva, en Los Surgentes, Benjamín Gould y otras localidades de la provincia. Hombre de origen muy humilde, casi al final del libro escribe “el autor del libro es hijo de la miseria, y de haberla vivido muy en serio…”. Vivió en barrio Villa Emilia, actualmente Florentino Ameghino, en la calle Santa Fe 1979, de Villa María, esta localidad donde desarrollaron sus actividades importantes y comprometidos educadores como Antonio Sobral, Eduardo Requena, Encarnación Sobrino, Angel Diego Márquez, Ramiro Suárez y tantos otros.

En esta ciudad, que aún lucha contra el analfabetismo, el libro de López posee una interesante riqueza desde lo histórico, pues proporciona datos acerca de sectores sociales que no siempre han merecido la atención de los intelectuales locales. López no se queda en el relevamiento de diferentes bibliografías y datos relacionados con el analfabetismo desde los inicios de nuestro país, sino que también proporciona una interesante descripción de un sector de la ciudad y la zona rural circundante. Con los elementos a su alcance hace un trabajo serio, escapa a ciertos vicios de escritores de pago chico que se dedican a dar lustre a los apellidos de las familias tradicionales del lugar, como manera de congratularse con el poder establecido y así cosechar favores. Por el contrario, López traza una pintura profunda de aquello que muchos no querían ver, la extrema pobreza en la cual vivían las clases menos favorecidas de la ciudad y zona rural.

 

Trabajo de campo

El maestro dice que el 5 de enero de 1939 realizó un recorrido por la zona rural a fin de actualizar datos. Manifiesta haber andado por el campo en un pequeño Ford. Escribe: “Nosotros partimos desde Villa María subiendo por la calle Buenos Aires hasta la estancia del señor Ateca; de allí tomamos el camino a Alto Alegre; saliendo de esta población y describiendo líneas quebradas en nuestro trayecto, llegamos a Silvio Pellico. De aquí volvimos, igualmente en zigzagueantes líneas, hasta un desemboque en Buenos Aires, y bajando por esta calle regresamos al punto de salida”.

El viaje duró 13 horas, anduvieron 250 kilómetros, visitaron 22 chacras recabando datos de “37 hogares de campaña, casi todos en la miseria”. Acerca de las impresiones que le causó el recorrido, López escribió: “El viaje feliz en un principio se tornó fatigoso y tierrudo (sic). Mientras se abatía nuestro corazón, golpeado por la angustia de tantos episodios de miseria y analfabetismo que presenciamos”.

Un dato interesante que posee el libro es que reproduce, mediante un gráfico a escala, todo el recorrido realizado, marcando dónde se encontraban los hogares que censaron. Así, por ejemplo, tenemos que los primeros cuatro hogares estaban ubicados en tierras fiscales en cercanía de Alto Alegre. En el sector conocido como “La Lonja”. De los hogares censados en ese lugar describe con detalles el caso de las familias de Evaristo Iglesia, Pedro Funes y Juan Sosa. Esas tres familias como los siguientes casos vivían en muy duras condiciones, bajos ingresos económicos, hacinamiento, etcétera. López describe con crudeza esa realidad, hace referencia a la gran mortalidad infantil, a los tres meses que duraba el ciclo lectivo en la zona rural y al trabajo infantil. Todos los datos que va exponiendo a lo largo del libro, y en especial con los recogidos en su trabajo de campo en el viaje descrito, mediante su experiencia en distintas escuelas y los del barrio Florentino Ameghino de Villa María le son útiles para reafirmar su tesis que es la miseria la principal causa del analfabetismo. Para López la miseria tiene mayor relevancia en el analfabetismo que la distancia a los centros educativos o la incomprensión por parte de los padres de la importancia de lo educativo. Y este es un fenómeno que él ve repetirse tanto en la zona rural como en urbes de diferentes tamaños: “…de 100 analfabetos en edad escolar que habitan las populosas ciudades, 99 no van a la escuela porque viven en la miseria”.

A su trabajo censal en la zona rural, López suma un trabajo similar que realiza en el barrio en que vivía. Abarcó a quienes residían en un radio de 80 metros, con centro en su casa de la calle Santa Fe 1979. Con los datos realiza un cuadro en el cual puede observarse el nombre de los analfabetos, domicilio, distancia a la escuela gratis, lo poco que comen sus familias, la ropa que vestían y el tipo de vivienda. Esos datos, junto a las observaciones que plasma el autor, permiten advertir el importante nivel de pobreza existente en la Villa María de 1939. Entre los datos surgen familias que comen “sopas de yuyos”, viven en ranchos que se están desmoronando, visten con harapos, no tienen baños sino latas para orinar y paja brava en parte del terreno que ocupan.  La manera que López tiene de consignar los datos que obtiene en su investigación también permite acceder a ciertos registros orales de los entrevistados y así advertir maneras del habla popular de entonces.

 

Ocultamientos

El maestro López estructuró varias propuestas para la lucha contra el analfabetismo, las expresa claramente en su libro. Una de ellas es la construcción de instituciones que denomina Hogar del Niño, donde “…se confunde en una misma cosa el templo del saber con el hogar de los afectos”. Allí deberían ir los niños que viven en la miseria.  Para López la lucha contra la pobreza extrema es fundamental, es así que uno de los principios que escribe dice: “El analfabetismo es mala planta y la miseria su raíz”.

Por último debe decirse que si bien habla del analfabetismo en el país y realiza un análisis de diferentes variables, su estudio hace centro en Villa María porque, dice: “Lo que ocurre en nuestra ciudad es extensivo a todas las grandes urbes del país…”. Señala que todas las ciudades “exhiben sus grandezas y esconden sus mezquindades… Buenos Aires, su Florida. Rosario, su Puente de los Suspiros, Villa María, su plaza, la mejor de Sudamérica, y las tres urbes de la Nación, sus analfabetos en la miseria”. Estas frases de López son para reflexionar y pensar cuánto de exhibición de grandeza y ocultamiento de mezquindades existen en algunas políticas difundidas con todo el peso de los aparatos de propaganda.