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Tras las huellas de los incas: un grupo local llegó a pie hasta el Machu Picchu

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Tras las huellas de los incas: un grupo local llegó a pie hasta el Machu Picchu
Tras cuatro días de caminata y campamento, el grupo llegó al Machu Picchu por la Puerta del Sol

Los “apachetos” ya habían hecho el cruce de los Andes y la travesía hasta llegar al avión de los rugbiers uruguayos estrellado en la cordillera

Veinte villamarienses y villanovenses hicieron el Camino del Inca y durante cuatro días transitaron el sendero sagrado para llegar a la “Montaña Vieja”

Un grupo de 20 personas, 18 villamarienses y villanovenses y dos de Granadero Baigorria, partieron juntos el 8 de julio con destino a Perú. El objetivo final del viaje, era llegar al misterioso Machu Picchu recorriendo el Camino del Inca.

Si bien para muchos fue la primera vez,  algunos ya habían realizado un viaje así, ya que el mismo grupo de senderistas, conocido como “Apacheta Treck”, hizo otras travesías de alta montaña, como el cruce de los Andes.

Yasmín Jury, creadora de los “apachetos” junto a su marido Domingo “Mingo” Medina, contó que es un viaje que tenían pendiente desde hace mucho tiempo: “En los distintos viajes que organizamos muchos manifestaban las ganas de hacerlo y nos pedían que lo organicemos. Lo empezamos a armar hace unos seis meses”.

Jury junto a cinco miembros del grupo dialogaron con EL DIARIO y contaron sobre la “extraordinaria experiencia” que vivieron durante los 10 días del recorrido y específicamente los cuatro que les llevó transitar el sagrado Camino del Inca.

Si bien no hay que ser un andinista profesional para realizar esta travesía, sí se recomienda un entrenamiento previo: “Salíamos a caminar por la ciudad y algunos entrenaron en un gimnasio desde que pusimos fecha de viaje. Los que no lo hicieron llegaron igual y lo disfrutaron, pero notaron la diferencia. Si estás muy cansado no podés ver lo fascinante y magnífico que es recorrer ese camino. Es un camino realmente para contemplarlo”, resaltó Verónica Peretti, una de las viajeras.

“La montaña te disciplina. Tenés que disciplinarte para lo que vas a enfrentar. Es un autoconocimiento y un reconocimiento, tanto de la realidad exterior como de la interior”, destacó.

Los senderistas llegaron a Cusco y los primeros tres días, antes de iniciar la travesía, hicieron diferentes excursiones a través de las cuales fueron interiorizándose con la cultura incaica. Además, y muy importante, esos días se aclimataron a la altura, que supera los 3.000 metros: “La mayoría estábamos mareados y con dolor de cabeza el primer día, pero después uno se acostumbra”.

Un camino sagrado

Al Machu Picchu se puede llegar en tren en seis horas, pero quienes atraviesan el Camino del Inca siguen las huellas de los habitantes originales de nuestro continente, quienes transitaron esos senderos hace cinco siglos.

“Se ven construcciones de los incas y paisajes a los que uno no está acostumbrado. A diferencia de lo que algunos vimos en el cruce de los Andes o cuando fuimos hasta el avión de los uruguayos estrellados, que era una geografía de piedra, en esta parte de la cordillera se ve selva. En esa inmensidad pasás por selva, altiplano, abismos selváticos y abismos de puna, pasás por caminos donde atravesás las nubes. Ahí entendes por qué los picos nevados para ellos eran señores sagrados y te maravillás con eso que ves. Es un paisaje único y te compenetrás con el camino, que realmente es sagrado”, transmitieron en su relato.

Algunos expresaron que se anotaron en el viaje esperando ver la tradicional imagen del Machu Picchu como objetivo final, pero quedaron maravillados y sorprendidos por todo lo que vieron y vivieron en el camino, y no esperaban.

Si bien de Villa María salieron 20 personas, el grupo fue de más de 40, ya que estuvieron acompañados por guías y “porteadores”, que son lugareños que llevan todo lo necesario para esos días: “Cada uno se llevaba su mochila personal, pero los porteadores cargaban las carpas, los alimentos y todos los equipos para el campamento. Ellos armaban y desmontaban las carpas los cuatro días, también cocinaban. Había mucha variedad en almuerzo y cena. El trato que recibimos fue increíble, muy cálido. Nos levantaban con té de coca y nos mimaban mucho, nos sorprendió la atención que recibimos. Cuando llegábamos a cada etapa los diferentes días, nos recibían con aplausos, lo que nos daba mucho ánimo”.

“Si bien hablaban quechua y muy poco español, por lo que mucho no pudimos dialogar, es de destacar el rasgo inmenso de humanidad. Realmente te hacían sentir bien, a pesar del esfuerzo que teníamos que hacer cada día para llegar al campamento”, destacaron.

“Nosotros antes hablamos del entrenamiento físico, pero la parte emocional en ese tipo de travesías es muy importante. Es mucho físico, pero mucha cabeza, si caminás pensando que no vas a poder, te juega en contra”, coincidieron todos.

Cada uno de los cuatro días, caminaron alrededor de 15 kilómetros, aunque si era necesario el itinerario era flexible: “Arrancábamos a caminar a eso de las 6.30 de la mañana, seguíamos unas 8 o 10 horas y atravesamos todos los cambios climáticos”.

El esfuerzo valió la pena, porque al ser consultados sobre cómo se sintieron cuando llegaron, contestaron casi al unísono “magia”. Algunos ya habían visitado este Patrimonio de la Humanidad por otros caminos y expresaron que “llegar por la Puerta del Sol y ver toda la ciudadela al fondo es distinto, es hermoso y emocionante. Aunque todo el camino recorrido se iguala en belleza a la ciudadela”.

“Es un camino reconstruido, porque el último Inca lo mandó a destruir para que no llegara nadie. Vos estás recorriendo un camino que era sagrado y recién en el tercer o cuarto día recorrés lo que quedó del camino original. Cuando llegás al Machu Picchu, te queda la sensación de que estás en un lugar del cual desconocés más de lo que conocés. No se sabe ni su nombre original. Vos llegás a ciertas puertas de lo que ellos entendían y sabían, pero queda el misterio de qué más. No hay explicaciones concretas de todo”, señalaron.

Para finalizar, expresaron que “tenemos mucho que aprender de esa cultura” y todos coincidieron en que si tuvieran la posibilidad repetir el viaje, ninguno dudaría en volver.