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(Tristes) paisajes de Catamarca

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(Tristes) paisajes de Catamarca

HUMOR VIAJERO

Por el Peregrino Impertinente

“Paisajes de Catamarca, con mil distintos tonos de verde”, cantaba entre otros muchos el bueno de Cafrune, quien si volviera a la vida en estos tiempos de ricos más empoderados que nunca, retorna a la tumba amenazando al sotreta que lo despertó con empalarlo mástil de la guitarra mediante.

En rigor, los créditos de tan bonita canción le corresponden a Polo Giménez, notable artista al que no lo acompañó el mote, más propio de nombre de torneo de AFUCO que de un artista de su estirpe. “Hojaldre, que en realidad me llamaba Rodolfo Lauro María Giménez”, aclara el aludido desde el más allá, ensuciando todavía más su honor.

Lo cierto es que a la hora de escribir aquel tema maravilloso el nativo de Buenos Aires se inspiró, claramente, en las deliciosas postales que arropa la provincia norteña. Distrito repleto de beldades, que por otro lado tiene menos fuerza productiva que Don Ramón.

“Un pueblito aquí, otro más allá, y un camino largo que baja y se pierde”, continúa la letra, regalando pinturas que al viajero sensible le hacen acomodar los bártulos y equipar el auto para el periplo hacia Catamarca. El sueño se termina cuando llega a la estación de servicio y se da cuenta de que la única forma de obtener la nafta a precio dólar es partiéndole la cabeza al playero con la llave cruz.

“Y ya en la Villa del Portezuelo, con sus costumbres tan provincianas. El cañizo aquí, el tabaco allá, y en las sogas cuelgan quesillos de cabra”, escribió Giménez, ya casi coronando la obra. “Mamá, mamá, ¿qué es un quesillo de cabra?”, pregunta un inocente niño catamarqueño. “Una cosa que se comía antes, cuando había más cabras y menos Dujovnes”, responde la madre. Triste devenir el nuestro.