Juan Puig relató los hechos ocurridos la madrugada del 18 de diciembre de 2011, que derivaron en la mortal agresión al joven de Arroyo Algodón. Además, comparecieron otros cinco testigos y en todas las declaraciones hubo una frase recurrente: “No me acuerdo”
Un amigo de Lautaro Andrés Piva (19), el joven algodonense que hace casi seis años recibió una feroz golpiza a manos de una patota y fue rematado de un ladrillazo en la cabeza, contó ayer cómo empezó la pelea con Nelson Armando Destéfanis (23), alias “Chizo” o “Chicito”, uno de los cuatro villamarienses que están siendo juzgados por aquel trágico episodio.
Juan Osvaldo Puig recordó que él, Lautaro y otro amigo llamado Kevin habían llegado a Bugarú alrededor de las 3 de la madrugada y un par de horas después se produjo el incidente que derivó en una primera agresión por parte de Destéfanis.
“El (en referencia al acusado, a quien reconoció en la sala de la Cámara del Crimen) estaba bailando arriba de un bafle y en un momento le pisó la mano a una amiga nuestra que estaba apoyada allí”, relató Puig.
Fue entonces cuando Juan y Lautaro le advirtieron a Destéfanis que le había hecho daño a la joven (luego identificada como Romina Rodríguez), a lo que el irascible sujeto respondió con un insulto y un cabezazo que tumbó a Puig.
“Le dijimos de buena manera que estaba pisando a nuestra amiga, pero él reaccionó violentamente”, señaló el testigo, y agregó que “ahí se armó el despelote (sic), llegó la Policía y lo sacaron del boliche”.
Ese incidente fue el detonante que, alrededor de media hora más tarde, generó la brutal agresión sufrida por Piva en la puerta misma de Bugarú y de la que participaron “Chizo” Destéfanis y los coimputados Darío Diego Destéfanis (22), Walter Ezequiel Pajón (26) y Juan Carlos Heredia (24), apodado “Carlitos”, todos domiciliados en barrio Felipe Botta de Villa María.
Cabe señalar que tanto Nelson como Darío eran menores al momento del hecho (17 y 16 años, respectivamente), no así Pajón (20) y Heredia (18). En tanto, los otros dos jóvenes que también estuvieron involucrados en la causa, Joel Elías Tissera y Rubén Darío Heredia, fueron declarados inimputables porque tenían 15 años.
“Cuando terminó el boliche, salimos y en la puerta él (Nelson Destéfanis) se acercó a nosotros y golpeó a Lautaro”, continuó Puig, quien no pudo ver más nada porque a él lo agarraron entre tres o cuatro personas y le propinaron una brutal paliza, por lo que terminó en el suelo.
Igual suerte corrió Piva, pero en su caso las trompadas y los puntapiés que recibió cuando estaba en el piso lo dejaron inconsciente y a merced de los enardecidos agresores. Segundos después, lo remataron de un ladrillazo en la cabeza, hecho que se le atribuye a “Chizo” Destéfanis.
Puig recordó que cuando se recompuso, se acercó a Lautaro, lo tomó de la nuca y vio que su amigo “largaba espuma por la boca”. En medio de las corridas y los gritos, le advirtió al policía que estaba en la puerta que quienes le habían pegado a Piva estaban en el colectivo, que se hallaba estacionado frente a la plaza de Algodón, a unos 50 metros del boliche.
En otro pasaje de su declaración, Puig admitió que algunos días después del trágico suceso fue convocado para participar en una rueda de presos y en esa ocasión reconoció a Nelson Destéfanis como el sujeto que lo había golpeado dentro de Bugarú y luego a Lautaro en la puerta, y también identificó a Juan Carlos Heredia como otro de los agresores que golpearon y patearon a Piva cuando estaba en el suelo.
Testigos sin memoria
Además de Puig, otras cinco personas declararon en el marco de la segunda audiencia del juicio oral y público que se lleva a cabo en la Cámara del Crimen local.
El primero en comparecer fue Jonathan Daniel Piedra, un villamariense que aquella noche viajó a Arroyo Algodón en el colectivo que contrataba el boliche para trasladar jóvenes a la vecina localidad.
Piedra dijo que fue junto a dos amigos y que cuando salían del local bailable vio “una montonera”, dentro de la cual “un grupo le pegaba patadas en el piso a otra persona”, aunque no pudo identificar a ninguno de los agresores.
El joven señaló reiteradamente que no recordaba lo que había sucedido aquella madrugada, por lo que el fiscal Francisco Márquez solicitó que se incorporara al debate la declaración que había prestado en sede policial.
Seguidamente declaró Yésica Belén Fierro, también de Villa María, quien dijo que conoce a los hermanos Destéfanis y a Heredia porque fueron a la misma la escuela, pero al ser preguntada sobre los hechos que terminaron con la vida de Piva, la joven señaló: “No me acuerdo casi nada porque era menor en aquel momento” (sic).
Ante la insistencia del acusador público, Fierro dijo que “lo que sé es que se armó quilombo” y luego amplió el concepto al sostener que “había un quilombazo adentro y afuera del boliche”.
Del mismo modo que en el caso anterior, la falta de memoria de la testigo llevó al fiscal a pedir que se incorporara la declaración formulada en la Policía villamariense alrededor de las 10 de la mañana de aquel mismo 18 de diciembre de 2011.
En esa ocasión, Yésica señaló que dentro del boliche hubo una pelea entre “Chizo” Destéfanis y otro joven, y que Destéfanis lo amenazó diciéndole “te voy a hacer cagar, te voy a agarrar a la salida”.
Cuando salía de Bugarú, Fierro vio a un joven tirado en el suelo (Lautaro) y que se trataba de la misma persona con la que Nelson Destéfanis había peleado en el interior. Asimismo, señaló que vio a una chica rubia pidiendo ayuda y que le hacía respiración boca a boca.
De regreso a Villa María en el colectivo que la había llevado hasta Arroyo Algodón escuchó comentarios que decían que “Chizo lo hizo cagar” a Piva.
El tercer testigo de la jornada fue Juan Puig y posteriormente declaró el villamariense Mauricio Nicolás Delgado, quien dijo que es amigo de los cuatro imputados.
“No me acuerdo… yo tenía 15 años”, se excusó Delgado, y cuando se le leyó la declaración prestada en la Policía la mañana siguiente reiteró que no recordaba nada de lo sucedido. De todos modos, su testimonio no aportó datos de mayor relevancia, por lo que fue desocupado en apenas cinco minutos.
Dos villanovenses
Los dos últimos testigos de esta segunda audiencia fueron las villanovenses Sabrina Gisel Villarruel y Camila Belén Ferreyra, quienes habían viajado a Arroyo Algodón para concurrir al boliche bailable y de manera coincidente -cada una a su turno- dijeron que no recordaban nada de lo sucedido, pese a que tuvieron que declarar en sede policial a la mañana siguiente por haberse encontrado en el colectivo que también traía de regreso a los agresores de Piva.
Al incorporarse al debate el testimonio que prestó Ferreyra en Villa María, señaló que en el colectivo había uno de remera azul que gritaba “le pegué un ladrillazo en la cabeza y una patada”, aunque dijo que no lo conocía.
Cabe señalar que otros testigos de la causa señalaron que, aquella noche, Nelson Destéfanis vestía una remera celeste.
Sobre el filo de las 12.30, el presidente del tribunal, René Gandarillas, dispuso un cuarto intermedio hasta mañana a las 9 (hoy no habrá audiencia), y en la oportunidad se receptarán nuevos testimonios.
La lista de testigos es muy larga, por lo que se estima que una vez que comparezcan aquellos que la Defensa considera más importantes, el resto se incorporará “por lectura”, lo cual permitirá que se acelere la definición del juicio.
Si bien todavía es prematuro asegurarlo, no se descarta que mañana se agote la etapa de recepción de pruebas y se disponga la jornada del viernes para los alegatos de las partes y el dictado de la sentencia.
Ya están en la cárcel
Tras habérseles dictado la prisión preventiva al concluir la audiencia del lunes, los cuatro jóvenes que están siendo juzgados por la muerte de Piva fueron inicialmente alojados en la Alcaidía policial de avenida Perón y Piedras, y horas después se dispuso su traslado a la cárcel de barrio Belgrano.
Los hermanos Destéfanis, Heredia y Pajón fueron alojados en dos pabellones diferentes del Establecimiento Penitenciario Nº 5, pero correspondientes a convictos procesados. Y seguirán allí hasta que se defina el proceso.
Lágrimas en la sala
Apenas concluyó la audiencia de la víspera y cuando la sala del quinto ya había sido desalojada, desde el pasillo se escuchó el llanto de uno de los acusados. Se trataba de Nelson Destéfanis, quien todavía sentado en el banquillo y tomándose el rostro, empezó a llorar desconsoladamente.
La aparente dureza que durante las dos jornadas había mostrado “Chizo” se quebró luego de saludar a sus familiares (entre ellos, los padres), quienes siguen atentamente y con enorme preocupación el desarrollo del proceso que puede dejarlo muchos años entre rejas.
Cabe recordar que durante la jornada del lunes, previo al comienzo del juicio, el que no pudo contener las lágrimas fue “Carlitos” Heredia, quien a pedido de la defensora oficial Silvina Muñoz salió del recinto del quinto piso y fue acompañado hasta una dependencia contigua para tomar un poco de agua y tratar de calmarse.
Mucha seguridad
Tras la detención de los cuatro acusados, el tribunal dispuso ayer un fuerte operativo de seguridad con cinco agentes del Servicio Penitenciario de Córdoba que trabajan en la cárcel local y otros cuatro efectivos de la Policía de la Provincia, incluida una mujer.
Para evitar incidentes, los uniformados se encargaron de requisaron a todas las personas que ingresaron a la sala. Por fortuna, la audiencia se realizó con absoluta tranquilidad.
Los jurados votarán por inocencia o culpabilidad
Cuando concluyan los alegatos, los tres jueces técnicos y los jurados populares pasarán a deliberar en sesión secreta, a la que asistirá la secretaria de la Cámara.
Durante el cónclave analizarán todas las pruebas obrantes en el expediente y luego pasarán a votar sobre la inocencia o culpabilidad de los acusados. En esa instancia solo votarán los ocho jurados titulares y los dos jueces que acompañan al presidente del tribunal, quien solo intervendrá si se produce un empate en cinco.
Si se los declara culpables, la pena a imponerse dependerá del delito que se les atribuya, algo que todavía no está definido porque el fiscal sostiene que se trató de un “homicidio calificado” y la Defensa de un “homicidio en riña”.