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Un cóndor cordobés, con raíces de algarrobo

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Un cóndor cordobés, con raíces de algarrobo
“Es la forma como el cordobés sabe hacer caridad con el alma, que desde el chiste  permite hacer ameno un momento, enseñar y también tomar, con menos peso negativo, las situaciones de la vida”
“Es la forma como el cordobés sabe hacer caridad con el alma, que desde el chiste permite hacer ameno un momento, enseñar y también tomar, con menos peso negativo, las situaciones de la vida”

Escribe Miguel Julio Rodríguez Villafañe
Especial para EL DIARIO

El cura San José Gabriel del Rosario Brochero fue un cóndor, como el de nuestras altas cumbres, que volaba alto, pero nunca perdía sus raíces de algarrobo que lo unían a la tierra de los hombres y mujeres a las que servía, desde y hacia Dios. También supo ser una síntesis de lo cordobés. Nació, trabajó y murió en Córdoba. Su santidad ahora se proyecta al mundo.

Resulta de interés resaltar que Brochero fue un hombre del llano y de la montaña, como nuestros primitivos pueblos aborígenes (los sanavirones del llano y los comechingones de la montaña). Esto es importante tenerlo presente, ya que el llano fueron las etapas formativas.

Nació en Villa Santa Rosa, en el Departamento Río Primero y vivió en esa llanura cordobesa hasta los 16 años, al entrar al seminario en la ciudad de Córdoba. Ciudad esta última, también llana, donde estuvo hasta los 28 años, cuando fue nombrado en el curato de San Alberto, en el Valle de Traslasierra.

En su nuevo destino asumió el desafío de la montaña. Se preocupó que las sierras no dividan y marginen. El agua y los caminos eran el objetivo integrador fundamental y con ello también aproximar la experiencia de la fe con ejercicios espirituales ignacianos, tanto a los que vivían de un lado y del otro de las sierras. A su vez, en esta tarea hizo reencontrar a la cultura cordobesa, con el aporte jesuítico.

Los jesuitas, que llegaron en 1599 y fueron expulsados en 1767, recién pudieron retornar a Córdoba en 1853. Ellos lo introdujeron a los retiros espirituales de San Ignacio de Loyola y la lógica de una orden que era y es parte del ser cordobés.

 

Humor cordobés

Brochero fue un cordobés cabal, y nos lo imaginamos con tonada arrastrada y todo, que supo asimilar los modos de pensar y actuar de su pueblo.

Aún más, en su manera de predicar el evangelio y desempeñarse, un aspecto del que no se resalta demasiado, es la particularidad del humor cordobés que inundaba su mensaje. Tenía esa fibra especial del cordobés que permite que el espíritu se distienda en la actitud superadora de encarar la realidad con buen ánimo. Es la forma como el cordobés sabe hacer caridad con el alma, que desde el chiste permite hacer ameno un momento, enseñar y también tomar, con menos peso negativo, las situaciones de la vida. Este aspecto estaba presente siempre en la vida del cura.

Recuerda Esteban Felgueras en diversas partes de su libro “El cura Brochero, más nuestro que el pan casero”, por ejemplo, que Brochero a los trabajadores de sus emprendimientos “los hacía descansar en su casa, les contaba chistes para mantener alta la moral”; “El asado resultó un verdadero encuentro de todos con todos. El cura estaba inspirado y los chistes le brotaban como agua de manantial”; “Y seguía con la lista de necesidades, todo en forma desordenada, repitiendo ideas, mechando un chiste, dando una explicación”; los lugareños “en clima de confianza, matizado por los chistes del cura, le plantearon una inquietud”; “la gente deseaba tenerlo en sus casas y escuchar su palabra bondadosa y sus chistes sabrosos”; “Al compás de guitarras y bombos legüeros comenzó la danza mientras el cura contaba chistes en un rincón”; entre otras menciones de su carácter chistoso y ameno.

Como un ejemplo más de esa chispa humorística de Brochero, baste rescatar una carta del 3 de diciembre de 1896 dirigida al Sr. Tomás Funes Díaz, que en un párrafo dice “…no le mando los caballos tal cual los pedían las señoritas viajeras por 25 razones y media: primera, porque no los hay en tras la sierra (*). Omítole, pues, las otras 24 y media razones…”.

 

Telegrama ocurrente

En esa línea está la famosa anécdota de la visita del obispo de Córdoba, monseñor fray Reginaldo Toro, invitado por Brochero para recorrer su parroquia. En la ocasión, al obispo le da un ataque de hemiplejia. Ante esta situación, Brochero envía al secretario del obispo el siguiente telegrama: “Toro empastado, media res muerta. Mande médico”. Si bien Néstor A. Noriega dice que Brochero, en su vejez, negó la redacción de dicho telegrama, el modo de ser chistoso y ocurrente que lo caracterizó hizo creíble el telegrama como suyo.

En este perfil, el padre Javier Soteras resaltó que “La Carcajada, diario liberal y satírico en su expresión, rescata la gracia de las expresiones de Brochero.

“Cuando él habla o escribe, tiene unas ocurrencias capaces de hacerlo reír a un muerto”. Y Juan José Torres Bas, en su informe en la causa de canonización del cura gaucho, agrega que el cura “utilizó ocurrencias, dichos, chistes y bromas con amenidad, alegría cordial, arte para crear una atmósfera, risa franca. Por ello nunca llegó a la mofa, a la desestima o al desprecio del prójimo, y sus palabras sencillas, espontáneas y gauchas no llegaron nunca a ser vanas ni maliciosas”.

 

(*) Se respeta la escritura original en párrafos de la época