El hecho puso sobre la superficie el drama de aquellos que consumen y otro costado doloroso: los adolescentes que venden
Tres adolescentes de cuarto año del Nivel Medio salen de la hora de clases y se meten en el baño. Minutos después, el susto: uno de ellos está desmayado.
Desde la escuela llaman a una empresa de servicios de emergencia de la ciudad. Una ambulancia arriba al establecimiento y cuando se retira, ya con el chico recuperado, deja un diagnóstico inquietante: “¿Baja de tensión?”. El signo de preguntas en el certificado deja en suspenso los motivos de esa baja de tensión que originó el desvanecimiento.
El día después, uno de esos tres estudiantes le confirma a la directora que hubo uso de drogas en el baño. ¿La sustancia? Dietilamida de Acido Lisérgico (LSD), un alucinógeno que por lo general sube la tensión aunque no descarta lo contrario, como en este caso.
A partir de ahí se encendieron las luces de alerta en la institución y empezó a blanquearse un cuadro de situación que no es excepcional: hay muchos casos, desde primero a sexto año, y no sólo preocupa el consumo problemático de sustancias sino también la venta de drogas que realizan otros jóvenes en el mismo espacio.
El episodio se registró en un establecimiento educativo público de gestión privada, desde el cual las autoridades iniciaron una serie de acciones tendientes a abordar la situación. Hubo convocatoria a padres y a dos docentes por asignatura, con el fin de aunar criterios para trabajar en la problemática.
El uso abusivo de drogas y la presencia de éstas entre adolescentes excede a esta historia puntual que se revela en esta página, por eso evitamos difundir el nombre del colegio, para no crear estigmatización y considerando que no es un problema de esta escuela en sí sino social. Por eso, hechos similares se reiteran en distintos establecimientos, tanto en aquellos cuya matrícula está compuesta por estudiantes de sectores más humildes o bien, como en este caso, en el que el grueso de los alumnos son de clase media alta y clase alta.
No publicarlo es seguir escondiendo la dimensión de una problemática que golpea cada vez más a la juventud.
D.B.