Desde Trenel, La Pampa, nos llega la poesía de Eduardo Senac, escritor que ya forma parte de la luminosa comunidad poética de nuestro país.
La lectura de sus versos nos proporcionó el placer del reconocimiento. Alabamos su lenguaje sugerente y atractivo.
Algunos de sus poemas están al servicio de Jorge Luis Borges, esa síntesis de bibliotecas. El mismo que abordara con tanta solvencia la literatura de todos los países y latitudes.
Es un detalle admirable que Borges atraiga tanto a los poetas jóvenes, por más que también puede fascinarle a los grandes, a los viejos.
Senac lo imagina a Borges en las sombras de sus símbolos, en los tigres, y en esos laberintos que tanto obsesionaron a esta figura egregia de las letras argentinas.
Del material recibido tomamos el poema titulado “14 de junio”, que refiere al día que Borges dejaba de existir físicamente aunque seguirá estando en la memoria de muchos lectores y reverenciado por mucho tiempo.
Biografía
Eduardo Senac nació en Trenel, La Pampa, en 1973. Ha publicado la obra de teatro “El vals del duende” (2005), el libro de fragmentos y poemas “La precisión de la fiebre” (2006), el libro de prosa breve “Satori” (2008), y los relatos de “Instrucciones para ser un Quijote” (2009).
Trabajó como redactor cultural en el periódico La Reforma, de General Pico, y actualmente dirige el sitio web “El lobo estepario”.
Puqui Charras
Especial
14 de junio
Ni tus manos ni tu cara pueden dibujarse:
el contorno y la firmeza son para los otros.
Sus calles no son tus calles y sin embargo
te pierdes entre ellos, impresionado y con espanto
le das paso a cualquier mirada que te busque
mientras vas hacia Occidente, a elogiar la
muerte de otro día, la debilidad de un
viejo sol que ahora le da oro a las murallas
de piel que te sostienen, apenas, entre ellos.
Allá vas buscando ese Occidente para ver
las llamas que lanzan, no luz, sino la tiniebla
visible que antes vio Shakespeare una tarde.
Viajas al crepúsculo vertido en la cintura
De un mundo de tiempo que es el tuyo. Piensas,
no sin extrañeza, que ahora te corresponde
el cansancio. Baja el ocaso para que te
acuestes y no escribas. No necesitan ellos
tus invenciones, y en la oscuridad que traen
los párpados se agita el último auditorio
que te escucha en el sueño. Un aire tibio llega
hasta tu frente. Atrás de ella está el universo.
Pero es la tarde y la ausencia es tu máscara.
Te ignora el espejo que apenas devuelve
tu imagen: la desdicha te está borrando.