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Un jugador de toda la colcha

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Un jugador de toda la colcha
Todo valía para llevarse a la cancha para combatir el frío en familia
Detrás de la tapia, el nene a “cococho” pudo disfrutar del fútbol

APOSTILLAS

Allí estaban ellos. El frío no los paró. Contra la leve brisa que azotaba más una temperatura casi glacial, la gente fue fiel y no le falló al fútbol. Como en una comedia, a los vecinos les costaba reconocerse. Es que entre tanto abrigo, gorro, capucha y bufanda se complicaba encontrar el rostro del “otro” simpatizante que también se había envalentonado y había enfilado rumbo a la cancha rompiendo la siesta.

La misma imagen se divisaba en los hinchas del Lobo que decidieron invertir su día de descanso para recorrer esos 15 kilómetros bajo un cielo gris y encapotado.

Mientras se vivía el partido de reserva, entre Juventud y Colón, ya se podía divisar algo que luego sería una constante de la tarde: un grupo de tres personas, todas ellas, debajo de un frazada o colcha que les ayudaba a apalear el fresco.

En el encuentro de primera, plato principal de la tarde, la imagen se volvió a repetir: bajo un acolchado, allí estaba otro puñado de simpatizantes. Ellos, firmes alentando. El azul grisáceo del abrigo era el escudo que los acompañaba en esta batalla desigual.

Mientras tanto, otros frotaban sus manos y les ayudaban con algo de vapor emanado a través de bocanadas de aire a no entumecerse.

Otra fotografía de la tarde fue la de las encargadas del buffet “verde” ya que se había hecho una cola de al menos diez personas esperando por su café con pastelitos: una buena idea para “calentarse” y afrontar la segunda etapa.

Como en una pintura, los eucaliptos que rodean la cancha se movían al ritmo del encuentro. Un poco más atrás, asomando sus ojos por sobre el paredón que divide el adentro y el afuera del estadio, estaban los “mirones”; curioseando incómodamente y festejando (seguramente) en silencio.