Una obra para tener presente en tiempos en los que postulan olvido
Escribe Sergio Vaudagnotto
De nuestra Redacción
El 20 de septiembre de 1984, con la primavera incipiente y la naciente democracia, los integrantes de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), encabezados por el escritor Ernesto Sábato, fueron hasta la Casa Rosada y le entregaron al presidente Raúl Alfonsín un informe de 50.000 páginas, titulado Nunca Más.
El escritor y otros notables como el cirujano René Favaloro, el obispo Jaime de Nevares, el rabino Marshall Meyer y el científico Gregorio Klimovsky llegaron hasta Plaza de Mayo acompañados por unas 70.000 personas.
Cuando el autor de Sobre héroes y tumbas vio que depositaban sobre la mesa la última pesada carpeta, miró al jefe de Estado por encima de sus anteojos y le dijo: “He estado en el infierno”.
Sábato y los suyos sentían el alivio que proporciona el deber cumplido. ¿Cómo se habían metido en ese túnel, en la noche más larga de la historia argentina del siglo pasado? ¿Cómo ingresaron a ese negro pasillo del que empezaban a salir? El 15 de diciembre de 1983, cinco días después de asumir como presidente, Alfonsín había sancionado el Decreto 158, por el cual ordenaba procesar a las tres juntas militares que habían usurpado el Gobierno el 24 de marzo de 1976 para implementar un plan de apertura de la economía que destruyó la industria nacional, que eliminó a todo el que se opusiera, que saqueó viviendas y robó hasta bebés, que envió a los chicos a morir en Malvinas…
Aquel mismo día de finales de 1983, el primer presidente del actual período democrático creó la Conadep para relevar, documentar y registrar casos y pruebas de violaciones de derechos humanos y fundamentar así el juicio a las juntas. Y en poco menos de un año, los comisionados le ponían en las manos por lo menos 8.300 desapariciones comprobadas.
Luego, durante aquel histórico juicio, el número se fue elevando hacia los 30.000 que denunciaban Madres, Abuelas, familiares, APDH, CELS, Liga Argentina (HIJOS aún no había “nacido”)…
El pueblo siguió marchando y gritando: “Con vida los llevaron, con vida los queremos”, “Madres de la plaza, el pueblo las abraza” y la verdad fue aflorando y llegaron las condenas y otra vez las dos palabras, “Nunca Más”, ahora en boca del fiscal Julio César Strassera.
Después sobrevinieron los alzamientos de los Carapintadas, se dobló la democracia con la Obediencia Debida (sólo pasaban a ser juzgados los que impartieron las órdenes), se agachó más con el Punto Final (estableció un límite de tiempo a los juicios y de no haber sentencia, se cerraba el proceso al acusado) y se arrodilló con los indultos (libertad a todos los asesinos), ya en el período del menemismo.
Ahora, a la vuelta de los tiempos, la Justicia parece encaminarse lentamente hacia el final del túnel que anhelaron ver Sábato, Alfonsín, Kirchner y tantos que son el pueblo, para que la oscuridad no sea otra cosa que el interior de una inmensa matriz que por fin alumbre una Patria reconstruida sobre la verdad que determinen los jueces.
Ayer, en la ciudad
Es bueno hacer un poco de memoria en estos momentos en los que el presidente electo ha dicho que “hay que terminar con el curro de los derechos humanos”.
“Curro” era el eslogan de la dictadura durante el Mundial 78 (“Los argentinos somos derechos y humanos”), como lo era/es la teoría de los dos demonios que intentó/intenta igualar el terrorismo de Estado, la violencia institucional internacional del Plan Cóndor, con los movimientos insurgentes.
Es bueno que el Nunca Más se siga escribiendo, como lo hicieron Natalia Magrín, Virginia Reyneri, Laura Felipe y Pablo Costantino Felipe… El libro, que recrea la historia de los desaparecidos de Villa María, se llama en este caso Las formas de la memoria.
Tiene prólogo del intendente Eduardo Accastello y del secretario de Prevención y Derechos Humanos, Carlos De Falco, y fue presentado ayer en la Medioteca y Biblioteca Popular Municipal Mariano Moreno.
A lo largo de sus 136 páginas de impecable edición, con textos cuidados, fotografías de los que ya no están y elementos que ellos atesoraron en vida, el volumen sigue la lógica de la muestra pergeñada por los mismos cuatro autores y exhibida en marzo de este año allí, en Sabattini 40.
Juan Eliseo Ledesma, Marta Susana Ledesma, María del Carmen Sosa, Noemí Francisetti, Eduardo Valverde, Susana Beatriz Libedinsky, Víctor Hugo Paciaroni Pacher, Eduardo Raúl Requena, José Oreste Sorzana, María Ester Badano, Teodoro José Rüedi, Elda María Francisetti, Alberto Armando Garbiglia, Aldo Enrique Apfelbaum, María Elena Viola, José Nicolás Brizuela, Ester Silvia del Rosario Felipe y Luis Carlos Mónaco. “Presentes; ahora y siempre”, parece decir el libro.
Por lo demás, Villa María se empecina en seguir siendo “la ciudad de la memoria”, desde el Reloj de Sol que nos marca las horas en la costanera hasta donde cada uno quiera estirar la mirada.
Y es tan amplio el horizonte, que incluye todas las visiones; como la democracia. En este caso, las de Natalia, Virginia, Laura y Pablo, que vienen en forma de libro a decirnos por dónde no tenemos que volver a pasar. Las formas de la memoria, para decir Nunca Más.