A los dichosos que tengan planeado viajar al norte, bien les vendrá saber acerca de la Feria de Simoca. El mercado tradicional al aire libre más importante de la Argentina, que se llena de vida cada sábado en la localidad que le presta el nombre, unos 80 kilómetros al sur de San Miguel de Tucumán y 650 al norte de Villa María.
Lo de “tradicional” no es una aclaración dicha en balde, toda vez que este espacio de múltiples postales vive justamente de lo clásico. Un área de compra y venta hecha a la antigua, donde los valores campestres de antaño se respetan en la plenitud del siglo XXI.
Queda claro al contemplar los cientos de puestos instalados y los rostros de sus dueños. Señoras y señores de mil batallas, acomodan sus productos al igual que otros viejitos de sombrero, y los jóvenes de hoy, todos con el mismo compromiso y respeto que sus ancestros, los que engendraron la feria hace más de tres siglos.
El menú es de lo más variopinto. Por los pasillos el viajero podrá encontrar desde cacharros de barro hasta queso de cabra, desde pulóveres de lana de alpaca hasta cigarrillos artesanales, desde hamacas de tela hasta gallinas. Sí, gallinas. Y cerdos y ovejas y cabras. Son los animales de granja, otros de los protagonistas de lugar. Igual que ayer. Igual que mañana.
También sorprenderá al visitante las formas de vender. Sin dudas que el afán es el de generar ganancias, pero con un espíritu distinto, que late en el epicentro del mercado. Costumbre que viene de los indígenas y que adquiere su faceta más evidente en el truque. Un modo de comercio que, al menos cada sábado del año, aún sobrevive.
Capital Nacional del Sulky
El movimiento arranca desde temprano. Varias decenas de carros tirados por caballos llegan cargados de productos explican por qué a Simoca se la conoce como “Capital Nacional del Sulky”. El medio de transporte sigue siendo muy popular en el municipio y sus alrededores. De hecho, cada mes de noviembre los locales festejan esa usanza con la Fiesta Nacional del Sulky.
Otro festín de cultura autóctona se da con la gastronomía. Unos 50 puestos de comidas (llamados “ranchos”) ofrecen delicias en el perímetro de la feria, siendo parte importante de la misma. En la carta (de precios accesibles) destacan las humitas en chala, las empanadas con carne cortada a cuchillo, el guiso de pollo picantón y un locro hecho igualito que antaño. Como para que quede claro, una vez más, que aquí los ritos heredados continúan ocupando espacios de privilegio.