Belinda Parmar solía hablar de sí misma como una «evangelista de la tecnología».
Después de todo se ganó el apodo de Lady Geek (*) por sus constantes visitas a escuelas para entusiasmar a las niñas sobre el mundo tecnológico, e incluso recibió de la reina Isabel II la orden del Imperio Británico por lograr implicar a más mujeres en la industria.
Hoy día sigue siendo una entusiasta de la tecnología, y de la libertad y los beneficios que nos brinda. Sin embargo, ha conocido su lado oscuro de primera mano. Y le preocupa cómo puede afectar a los niños.
Equipada con nuevas investigaciones y con su propia experiencia personal, acaba de lanzar una nueva campaña para prevenir a los adultos y a los pequeños: #TheTruthAboutTech (la verdad sobre la tecnología).
Parmar no tiene reparos en hablar sobre lo que le motivó a adentrarse en este proyecto: «Tengo un hijo que es adicto a los videojuegos. Tengo un sobrino que pasó seis semanas en un hospital psiquiátrico porque se negaba a ir a la escuela; solo quería jugar videojuegos todo el día», le cuenta a la BBC.
«He visto el lado feo de la tecnología y las redes sociales», explica. «Y la verdad es que ya no podemos controlarla; ella nos controla a nosotros».
Es difícil resistir la atención a la tecnología, tanto para los niños como para los adultos.
Desde que nacemos hasta esa edad, la madurez emocional, la percepción de la propia imagen y el criterio personal va cambiando hasta que la corteza prefrontal del cerebro se desarrolla por completo.
Durante todo ese tiempo, los niños están consumiendo tecnología, redes sociales y videojuegos, a menudo sin la supervisión de un adulto.
Parmar observó las investigaciones en esta materia, como las de la neurocientífica Susan Greenfield, y asegura que éste es el daño potencial que la «tecnología basura» -un concepto equivalente a «comida chatarra» y que hace referencia a aquella tecnología que no enriquece nuestras vidas- puede causarle a los niños:
Les incita a la desensibilización y a la agresión. «Mirar videojuegos violentos no convertirá a tu hijo en un asesino», dice Parmar, «pero cuando juegan a ellos (la mayoría de los más vendidos en 2018 son de combate) son conducidos a trivializar la violencia».
Las acciones no tienen consecuencias. En los videojuegos, el mal comportamiento no se castiga. Si te equivocas, tienes otra vida.
¿Qué aprenderán los niños de todo esto? «No mucho. Para empezar no desarrollarán habilidades como la empatía», sostiene Parmar.
Pueden desarrollar una obsesión. Parmar dice que un 5% de los niños son adictos a los videojuegos.
«Necesitamos comprender por qué algunos niños pueden tener una relación perfectamente saludable con la tecnología, mientras que otros se vuelven patológicamente adictos a ella».
“¿Hay alguna relación con el TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad)? ¿Tiene algo que ver con la dopamina que se genera en nuestro cuerpo cada vez que matamos a un monstruo o recibimos una notificación en las redes sociales?», se pregunta Parmar.
«Como madre, ¿cómo compenso ese nivel de excitación o gratificación instantánea?».
Cuando Parmar fundó su empresa, Lady Geek -una consultoría para acercar la tecnología a las mujeres- solía pensar que la tecnología era una manera de democratizar el mundo.
«La tecnología no se ha convertido en el nivelador social que esperábamos» dice Parmar.
«El mayor error es creer que la tecnología es neutral», argumenta ahora.
«La verdad es que, a pesar de todas las promesas de democratización, creo que la tecnología está, precisamente, alimentando el déficit de empatía en el mundo».
Equilibrio como solución
Parmar dice que la tecnología «no es como la obesidad: todo el mundo sabe que la obesidad es mala para nosotros, podemos hacer campaña contra ella».
«El problema con la tecnología es que tiene muchos beneficios y aspectos positivos relacionados con ella».
Lo que defiende Parmar es una vida más equilibrada. Y por eso comenzó su campaña contra la «tecnología basura».
«Se trata de usar la tecnología de manera que nos conecte, que nos ponga en contacto de nuevo con nuestras familias», explica. Y eso va mucho más allá que los videojuegos.
Parmar cree que los «dictadores digitales de Silicon Valley» deben reflexionar sobre las plataformas que están creando y los productos que ofrecen.
«Hay muchas técnicas de apropiación, manipulación extrema», afirma Parmar.
Y enuncia algunos ejemplos: «La cuenta atrás de Netflix es muy difícil de resistir. El retrato perfecto de Instagram que nos reafirma en base al número de likes. El valor de las amistades según Snapchat. Los escaparates en los que nos ha puesto Facebook».
Parmar dice que los adultos somos responsables de manejar tanto nuestras pantallas como las de nuestros hijos, pero «también hay una responsabilidad por parte de los ‘dictadores digitales’, quienes deben ser más responsables con la tecnología que producen».
Ella cree que el 70% de la tecnología que consumen los niños es «tecnología basura».
Las dificultades
Pero asegura que no es fácil poner los límites.
«Está en nuestras manos establecer el control. Pero por cada persona que decida cómo usar un dispositivo o aplicación, hay miles de desarrolladores, diseñadores y psicólogos que trabajan para mantenerla conectada, ¿cómo competir como individuos?», agrega.
Sean Parker, cocreador de Facebook, dice que la red social le debe gran parte de su éxito a la dopamina que se nos produce.
Su frase «Solo Dios sabe lo que Facebook le está haciendo al cerebro de nuestros hijos» se hizo viral en noviembre del año pasado.
Parmar va un poco más allá: «El tipo que inventó el botón ‘Me gusta’ de Facebook, Justin Rosenstein, borró su cuenta de Facebook por temores de adicción. Steve Jobs no les dejaba a sus hijos jugar con iPads; sin duda, esas empresas deberían ayudarnos a gestionar esto con nuestras familias».
También piensa que no somos buenos a la hora de controlar el problema porque, en parte, negamos nuestra obsesión con la tecnología.
¿»Sabes cuántas veces comprueba una persona su teléfono cada día? Un promedio de 82. ¡82 veces al día!», dice la tecnóloga.
«Una estadística que me impactó fue que un adulto subestima la cantidad de tiempo que pasa en su teléfono en un 50%. Así que no tenemos ni idea, ¿puedes imaginar cómo es esto para un niño?».
«Lo que a veces se nos olvida en lo que respecta a los niños es que tenemos que ser mejores modelos a seguir», dice Parmar.
«Lo sé porque yo misma estuve ahí. Cuando estaba fundando Lady Geek, me levantaba por la mañana y lo primero que hacía era comprobar Twitter.
«En ese momento tenía dos hijos y debería haber estado más pendiente de ellos, en lugar de en las redes sociales», admite.
«Lo que tenía que hacer -y reconozco que aún estoy trabajando en ello- es pararme a pensar que si quiero que mis hijos se fijen en mí, necesitan un mejor modelo a seguir».
«No podemos restringir todo el acceso de nuestros hijos a la tecnología y las redes sociales si no nos comportamos de manera adecuada».
Parmar dice que «no hay una solución mágica», pero se pueden tomar medidas.
Desarrollar la resistencia digital de niños y jóvenes es una de las metas de Parmar.
Asegura que no fue fácil admitirlo y que a veces le cuesta seguir sus propias normas, pero estos son los pasos que ella misma establece en su casa y que cree que pueden ayudar a los padres a alejar a sus hijos de la «tecnología basura».
No es culpa de tu hijo. Recuerda esto y no te desmoralices, estamos enfrentándonos a una epidemia. Paso a paso.
Da ejemplo con tu comportamiento. A los niños no les gusta la hipocresía: sé un buen modelo tecnológico para tu hijo, tienes que practicar lo que predicas.
Prohíbe las pantallas. Cuando están comiendo, cuando están hablando, cuando salen; decide qué actividades deben hacer en familia sin pantallas. Sé firme.
Diseña espacios en tu casa libres de pantallas. Algunas zonas deberían ser libres de tecnología. Y los niños nunca deberían tener pantallas en sus dormitorios.
Sé consistente. Para que tu plan sea exitoso, todos los miembros de tu familia deben participar en él. Padres, cuidadores y niños deben seguir las normas.
(*) Geek: fanático de la tecnología