En Intendente Reyno 850 funciona la sede del centro misionero San José. Los objetivos son múltiples y todos están conectados entre sí en la difícil tarea de ayudar, fortalecer, consolidar y fundamentalmente en palabras del sacerdote Sebastián Luna, «un lugar que siempre estará dispuesto a recibir a los más frágiles».
Desde el Colegio Nacional se llevó adelante una actividad de colaboración y al respecto la institución educativa señaló que “como escuela nos llena de orgullo. Cada uno de los chicos, docentes, preceptores y padres que participamos en la intervención volvimos con la satisfacción de haber aportado un pequeño granito de arena”.
Estudiantes del mencionado colegio elaboraron pan para consumo de los niños que concurren al centro misionero.
Según detalló el docente de Formación para la Vida y el Trabajo, Gustavo Sarradell, “en una primera aproximación para desarrollar una propuesta concreta los alumnos indagaron e interactuaron con sus familias. La pregunta estaba dirigida a confirmar si existían comedores o copas de leche instaladas en el barrio donde viven y que por actos de generosidad ayudan con algún alimento al más necesitado”.
“La respuesta no se hizo esperar y con la colaboración inclusive de padres se inicia el esbozo de alguna estrategia de intervención. Como una primera experiencia surge la posibilidad de producir un alimento de primera necesidad donde los alumnos tuvieran un protagonismo directo en su intervención”, continuó Sarradell, y agregó: “Experimentar la posibilidad de elaborar un producto como el pan, posteriormente llevarlo al barrio donde funciona la copa de leche e involucrarse en la tarea de colaborar y solidarizarse fue la propuesta que se legitimó para realizar el proyecto de intervención social”.
El centro comenzó hace unos 25 años en una casa particular, donde se daba de comer a los niños del barrio. Después intervino personal de una parroquia cercana y “con el correr de los años las necesidades fueron creciendo, empezaron a aparecer necesidades de apoyo escolar, los chicos no terminaban la escuela, se sumaron algunas trabajadoras sociales y la oferta aumentó, como las dificultades también”, recordó una de las componentes de la entidad.
De esta forma empezaron a dar apoyo primario y después secundario y hoy concurren 90 niños y jóvenes, atendidos por docentes y becarios. Es probable que se agregue en breve el apoyo terciario.
En su mayoría los jefes de familia de la zona trabajan de changarines, cartoneros, peones de albañil, todas actividades con remuneración baja. “A esto se le suma la inseguridad, el desamparo, la ilegalidad y problemas de droga”, se indicó.
El Centro San José, para sostener su labor precisa permanente colaboración para brindar apoyo escolar primario, así como mercadería para la merienda. También cuenta con un ropero que funciona dos veces por mes.
La Parroquia de Lourdes aporta dinero para afrontar los servicios de gas, electricidad y agua, mientras que la merienda se consigue por donaciones.
“Acá tratamos de que los chicos no se acerquen a la droga y la forma de hacerlo es ocupándoles horas y ofreciéndole cosas distintas, como el estudio, para que no entren en ese mundo y entre ellos se ayuden y vean una realidad diferente a la que viven”, se señaló.
Al fundamentar el proyecto, Sarradell expresó que “las medidas económicas instrumentadas, al menos por el momento y a corto plazo, no permiten visualizar cambios acordes a la situación de inestabilidad imperante. La desaceleración en el consumo, la falta de trabajo e inestabilidad laboral en un segmento importante de la población contribuyen a un aumento progresivo en la concurrencia de niños, adolescentes y familias en situación de pobreza y pobreza estructural a comedores, copas de leche e instituciones que brindan ayuda solidaria.
Reconocer, indagar, investigar, comunicar ideas, desarrollar un pensamiento reflexivo, permiten al adolescente ampliar sus perspectivas en una sociedad heterogénea y en constante cambio.
Acceder a la posibilidad de inculcarles aquellos valores que son el denominador común para una sociedad más solidaria, justa, equitativa y empática, los proyectos de intervención comunitaria enriquecen con su experiencia la mirada del alumno frente a una realidad práctica y reflexiva.
Los proyectos de intervención comunitaria deberían multiplicarse y la escuela constituirse en un vínculo que constituya un nexo entre familia y sociedad”, destacó el educador.