Mónica Suárez denunció entre 2008 y 2013 a su marido policía. No la escucharon. Logró volver a empezar con sus hijos y recién ahora el hombre está detenido por agredir a su nueva pareja
Mónica sufrió violencia física cuando su marido le propinó una cachetada porque no le habían salido bien las papas fritas. Pero también todas las veces que le apuntó con el arma en la sien delante de sus hijos.
Padeció violencia psicológica en innumerables ocasiones, especialmente cuando la llamaba y le decía: “Si no volvés conmigo, me mato”, y acto seguido hacía sonar un disparo para que ella creyera que ponía fin a su vida.
Vivió la violencia simbólica cuando le preguntaban: “¿Qué le hiciste al oficial para que te pegara?”.
Y también teme por la violencia económica, dado que por las acciones ilegales de su exesposo es probable que pierda el trabajo en la Policía, por lo que ni siquiera podrá percibir una cuota alimentaria segura y mensual por los tres hijos que tienen en común.
“Menos la sexual, las sufrí a todas”, dijo Mónica Suárez a EL DIARIO.
Su exmarido, el oficial de Policía, Luis Alfredo Loyola (46), fue detenido el sábado 4 de marzo tras protagonizar un hecho violento contra otra mujer en un restaurante de Bell Ville.
Ella, que había padecido las agresiones por años sin que la escucharan, volvió a ser invadida por los fantasmas del pasado cuando se anotició del hecho protagonizado por su ex. “Una amiga que estaba en el mismo restaurante nos contó que después de agredir a la mujer y a las otras personas que se interpusieron, salió disparando en su auto. Temíamos que viniera para acá”, señaló.
Denuncias sin eco
El 24 de septiembre de 2008 fue la primera denuncia que Suárez presentó contra el padre de sus hijos. Ya no sabe cuántas horas pasó de espera en la Policía y en Tribunales desde esa primera vez hasta el año 2013, cuando pudo poner fin a la enferma relación. Nunca consiguió una mínima sanción legal por el proceder de su pareja.
“En ese tiempo no existía el colectivo ‘Ni Una Menos’. Siempre la sospecha caía sobre la mujer que recibía la agresión. Todos preguntaban qué le había hecho para que me pegara”, dijo.
La historia de pareja comenzó como tantas, con dos años de noviazgo (entre el 94 y el 95) y luego, el matrimonio “para toda la vida”.
Vivieron un tiempo en Villa María, luego en Bell Ville, donde nacieron los tres hijos que hoy tienen 18, 16 y 15 años; para volver por problemas económicos otra vez a esta ciudad y luego, por un traslado laboral, a San Marcos Sud.
En esa localidad comenzaron los problemas. “Antes, yo no había tenido ni un signo para advertir que era violento. Hoy la psicóloga me explica que no es que no existían, sino que por los sentimientos no los pude ver. Ahora me doy cuentade que lo que aparentaba ser, no era; me enamoré de una mentira”, señaló.
Recuerda con precisión el primer golpe. Fue un 22 de septiembre del año 2002. “Yo en ese momento creí que no iba a volver a pasar. Lo perdoné y seguimos”, cuenta.
Pero las agresiones se repetían, muchas veces, delante de sus hijos.
“Una vez, por unas papas fritas que le parecieron mal cocinadas me pegó delante de unos amigos. Ahí fue que me decidí a denunciar”, relató.
Así como la ley habla de los tipos de violencia, se refiere también a las modalidades. Una de esas modalidades es la institucional: “Un policía me llegó a decir que si me amenazó tantas veces y nunca me mató, por qué creía que me iba a matar ahora”.
Las denuncias hechas en Bell Ville no tuvieron ningún correlato judicial. No se investigó ni sancionó al agresor. Un día, con una grabación hecha por los hijos en la que se ve a Loyola amenazándola diciendo “Sí, yo voy a ir preso, pero vos vas a terminar muerta y los chicos huérfanos”, fue hasta Córdoba ante el mismo jefe de la Policía. “Me recibió, pero no hicieron nada. Dos días de custodia y nada más”.
Así se sucedió la historia entre idas y venidas. “Muchas veces retomábamos porque teníamos una relación enferma. Particularmente, en una oportunidad que a mí me detectan dos tumores, pensé en qué iba a pasar con mis hijos si yo moría. Pero volviendo a vivir con él, me enfermé peor y comprendí que lo mejor era seguir sola”, dijo.
Cuenta cada paso de su historia con entereza. Ella pudo salir del infierno. “Gracias a mucha gente: a la vecina de San Marcos Sud que una noche me abrió la puerta de su casa a mí y a mis hijos y no me entregó a mi ex que le pateaba la puerta, a la gente que me escuchó, a Daniel Massara en Villa María, que logró que toda la causa se investigara acá; a la psicóloga de mis hijos, que me hizo ver que nada podía aportarle a ellos un padre así. En definitiva, me siento agradecida de todos los que me ayudaron”, dijo.
También se siente empoderada gracias al trabajo. “Desde que estoy en el Ente de Turismo y Deportes me siento mejor, más segura de mí misma; porque muchas veces después de que me pegaba me preguntaba cómo iba a mantener sola a mis hijos. Se puede, hay que confiar en nosotras mismas”, dijo.
Lo peor
El momento en que se quiebra es cuando relata la peor parte de su historia, la que tuvo como víctimas a sus hijos. “Yo en realidad nunca supe que les pegaba a ellos también. Cuando estábamos en San Marcos, yo iba a trabajar a Marcos Juárez y los chicos se quedaban con él. En una oportunidad, cuando ellos vinieron a declarar ante la psicóloga y el trabajador social de Tribunales, pregunté qué le habían dicho y ahí me enteré lo peor: no sólo les pegaba brutalmente a ellos en mi ausencia, sino que los amenazaba con que si me contaban, él me iba a matar. Por eso los chicos hicieron un pacto de silencio, para protegerme”, relató.
Hoy sigue adelante como puede. Quiere que no vuelvan los fantasmas del pasado, pero es inevitable: “Hoy está preso, no sé qué va a pasar los próximos días. Pero no veo muchas alternativas. Pienso que si lo mandan a un neuropsiquiátrico, va a estar un tiempo ahí y va a salir. Además, ya estuvo. Si va a la cárcel, cuando más, le podrán dar entre tres y cuatro años de condena. ¿Y después? Yo te aseguro que sale, nos busca a todas sus ex y nos mata a todas. No sé si la Justicia ve eso”, planteó al final de la entrevista.