Una monada

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Una monada

P23-Caraya“El respeto por la vida y la diversidad humana es compatible con el respeto por cualquier otra forma de vida y por la diversidad biológica”, “Cada especie tiene derecho a existir”, “La naturaleza estimula valores espirituales y estéticos que trascienden los valores económicos”. Estos son algunos de los pilares en los que se basan los administradores del Centro de Rescate, Rehabilitación y Protección de Primates Argentinos, o Proyecto Carayá, el primer y único emprendimiento de su tipo en el país. Se trata de un parque que ya lleva 20 años cuidando a diferentes especies animales, en especial el mono carayá, y que también abre sus puertas para que los ciudadanos conozcan más sobre la naturaleza, y aprendan a respetar y proteger los seres vivos de nuestro planeta.

Emplazado en el paraje Tiu Mayu, en los alrededores de La Cumbre (a 240 kilómetros de Villa María), el Centro surgió a mediados de los 90 como una forma de proteger a los monos carayas. Una familia de primates muy sensibles a la vida en cautiverio, factor que hace que mueran rápidamente en zoológicos y en casas de familias (donde algunos irresponsables los tienen de mascotas). Con los años, se fueron agregando distintos programas de conservación, como los de Reintroducción de Vizcachas, de Protección de Monos Capuchinos y de Conservación y Protección del Ambiente del Sapito de Colores.

Así, este edén de bosques, pastizales de altura y clima templado serrano (destacan los molles, eucaliptus, olmos, verbenas, romerillo, cocos, y helechos), puede ufanarse de ser un verdadero refugio de vida silvestre, cimentado a partir de valores “ecológicos, educativos, históricos, recreativos, estéticos y científicos”, según comenta a EL DIARIO Alejandra Juárez, su ideóloga. A la conservacionista, la acompañan en su trabajo un grupo de pasantes universitarios, becarios del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y biólogos. Todos lo hacen de manera voluntaria.

 

Tres grupos

Los visitantes recorren distintos senderos de bosquecillos en un radio de 800 metros. Durante la caminata (que dura aproximadamente una hora), los guías van explicando las particularidades de la vida de los monos, quienes pasan la mayor parte del tiempo arriba de los árboles (el público puede apreciar la belleza y el comportamiento de los carayas, pero no interactuar con ellos). De gran ayuda son los carteles que pueblan el circuito, y que ayudan a saber más de los simpáticos simios y el cuidado de la ecología en general.

En total se visitan tres grupos. El primero y el tercero corresponden a la especie carayá, que vive en estado de semi libertad. El de los monos capuchinos (grupo 2), en tanto, lo hace en semi cautiverio. “La existencia de estos animales es vital, pues cumplen una importante función en los ecosistemas, ayudando a la regeneración de las selvas y montes, debido a que es un eficiente dispersor de semillas”, cuenta Juárez.

Asimismo, el recorrido permite conocer el hábitat de las vizcachas (de día no se asoman, pues son de comportamiento nocturno), y la posibilidad de observar hurones, comadrejas, zorrinos, iguanas y las decenas de tipos de pájaros que pululan en el lugar.