La murga uruguaya presentó su espectáculo “Un día de julio” y terminó, como de costumbre, cantando entre la gente. Fueron casi dos horas en las que el público mantuvo la atención en un show que cuestionó el sistema capitalista
La retirada. En un espectáculo de murga estilo uruguaya es el momento en donde la formación entona la última canción, a medida que empieza a descender del “tablado” -así le dicen al escenario en ese país-.
Es en esa parte del show en la que se mezclan distintas sensaciones, sobre todo si es Carnaval. Por un lado, la alegría de haber dejado su mensaje ante el pueblo y, por otro, la nostalgia de saber que algo se termina, sabiendo que en Uruguay los carnavales duran 40 días.
Quizá haber programado a Agarrate Catalina para el cierre del Villa María Vive y Siente fue un gran acierto, ya que representó en parte las emociones que anoche rondaban en el teatrino del Subnivel.
En estos días, cuando terminen de desarmar las estructuras que albergaron las más de 500 actividades a lo largo de 12 días, habrá una especie de vacío en el Parque de la Vida.
Entonces, será tarea de nosotros, el pueblo, de vivir y sentir cada rincón de la ciudad y hacer un festival en cada encuentro, en cada abrazo.
El Estado municipal invirtió 22 millones de pesos en el evento que sirvió de festejo principal por los 150 años de la ciudad. Si bien hay aspectos a mejorar (ver recuadro), no hay dudas que, con apenas dos ediciones concretadas, el Vive y Siente es una puesta de esas que uno espera todo el año a que llegue el momento de disfrutarla.
Libre, gratuito y para todo público. La cultura, será popular o no será nada.
Julio y sus días
Pasadas las 21.15, Agarrate Catalina empezó a desandar un espectáculo ante un teatrino colmado por un público que le dio la aprobación hace muchos años, ya que todas sus presentaciones en la ciudad fueron con un gran marco de público.
El show, titulado “Un día de Julio”, relató la vida de un muchacho de 48 años, hijo de una burócrata con la que se pasa del odio al amor en unos instantes.
La característica que más sobresale en la vida de Julio es que en todos sus años de vida nunca salió al mundo exterior, sino que se dedicó a estudiar y cuestionar el sistema -capitalista- en el que está inmerso.
Desde la ingenuidad de no saber si sus teorías comunistas pueden o no concretarse en la sociedad, el hombre -sobreprotegido por su mamá- se convierte en un “fenómeno” para la prensa.
Los medios son los encargados tanto de llevarlo a la fama, como de hacerlo arder en la hoguera que la propia sociedad enciende por sentirse estafada por este personaje que cree en un mundo mejor.
Se puede decir que no fue un show apto para iniciarse en el pensamiento comunista y/o anticapitalista, porque el discurso antisistema es tan tajante como desesperanzador.
Si hay algo que caracteriza a las murgas es dejar abierta esa puerta a la ilusión de saber que, como Julio, a veces los sueños arden en una hoguera, siempre permanecerá la ilusión de ver su silueta en una esquina.
Apostillas
Un retrato de época
Música para todos. La mixtura, tanto en la grilla musical del Vive y Siente como en el público que asistió cada noche al teatrino -o al Bomarraca en la noche de Peteco Carabajal- representó un “retrato de época”, por así decirlo, que caracteriza al momento cultural por el que atraviesa la ciudad. No hubo espectáculos exclusivos para cierto público, sino para toda la familia, para la juventud universitaria, para el tanguero que va a bailar o al músico que va a escuchar desde la tribuna a su colega.
La niñez, ante todo. Del amplio abanico de actividades que ofreció el festival, la gran mayoría apuntaba a ser didácticos, recreativos y educativos, pensando fundamentalmente en niños y niñas. Si bien los accesos fueron para todo público, hacer hincapié en la infancia fue otro acierto de la organización.
Trabajo precarizado. Entre los aspectos a mejorar, se pueden mencionar la poca capacitación que recibieron quienes trabajaron en cada una de las carpas del Vive y Siente. Además, mientras algunos cobraron $5.500 por trabajar seis horas por día a lo largo de los 12 días, otros percibieron $2.500 por ocho horas. Estos últimos, incluso, fueron convocados por la carrera de Diseño Audiovisual de la Universidad Nacional. En ninguno de los casos medió contrato laboral alguno.