A raíz de los calores extremos, los vacunos sufren un estrés que repercute en una reducción de la producción de leche medida entre 10% y 25% (y hasta un 40% en los casos más complejos), que sumado a errores de manejo y la falta de estrategias en los tambos para mitigar ese efecto pueden costar hasta 500 millones de pesos en el período que va desde la primavera hasta el otoño.
Así lo advirtió el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Rafaela, que remarcó que en el último tramo de diciembre, que no venía siendo un mes muy caluroso, las temperaturas máximas superaron los 35 grados en la cuenca lechera central, que atraviesa el centro de Santa Fe y Córdoba.
El INTA advirtió también que disminuye la concentración de proteína y materia grasa de la leche. “Los establecimientos que toman medidas pueden reducir esas pérdidas, en promedio, hasta un 20%”, aseguró Miguel Taverna, referente en lechería del INTA Rafaela.
El problema es que el calor intenso golpea el sistema inmunológico de las vacas y las hace más vulnerables a las enfermedades e infecciones. El estrés calórico disminuye la tasa de concepción, aumenta el peligro de muerte de embriones, disminuye el peso al nacer y la viabilidad de los terneros. También complica la rumia, la digestión, la absorción de nutrientes y el consumo de materia seca cae hasta un 20%.
Falta infraestructura
Para mitigar las consecuencias del estrés por calor en el tambo, los técnicos del INTA Rafaela dicen que es imprescindible invertir en sombras para los corrales de espera, los potreros y los corrales de encierre. El instituto viene advirtiendo que falta infraestructura en los establecimientos lecheros para amortiguar el impacto de las olas de calor.
Un estudio que elaboraron Miguel Taverna, Laura Gastaldi, Jorge Ghiano y Emilio Walter precisó que menos del 20% de los tambos disponen de sombra natural suficiente para todas las categorías de animales y que no llega al 30% la cantidad de establecimientos que cuentan con sombra artificial en potreros o corrales de encierre.
Además, más de la mitad de los tambos no tienen sombra en el corral de espera de la sala de ordeñe y menos del 10% dispone de sombra y sistema de ventilación/aspersión (para duchar a los animales), a pesar de que es una instalación recomendada para reducir el estrés calórico.
Para solucionar esto hay varias alternativas disponibles, que van desde una adecuada forestación hasta inversiones en techos de chapa. También hay tambos que utilizaron silo bolsas viejas y media sombras como techo provisorio en los corrales de espera y en otros potreros.
“Bien diseñadas y con los materiales apropiados, como malla plástica, flecos y esterillas, paja, caña o chapa, reducen entre un 40% y un 50% la incidencia de la radiación solar directa y calor sobre los animales”, aseguró Jorge Ghiano, técnico del INTA Rafaela.
En cuanto a los aspectos constructivos comunes, destacó que las estructuras deben estar orientadas de norte a sur y respetar un espacio “sombreado” de 3,5 metros cuadrados por animal como mínimo. La pendiente de techo debe ser del 14% al 16% y tienen que tener entre tres y cuatro metros de alto. Estas características, señaló Ghiano, permiten la circulación de aire y un corrimiento de la sombra a lo largo del día.
Como medida adicional durante las olas de calor, cuando no se cuenta con aspersores, es una buena idea mojar las vacas encerradas en el corral de espera con la manguera de lavado de pisos durante 20 ó 30 minutos. Posteriormente hay que llevarlas a un lugar con alimento, sombra y agua.
Para tener en cuenta
Para analizar el impacto del estrés térmico hay que tener en cuenta, en primer lugar, que las vacas agobiadas por el calor aumentan su ritmo respiratorio: el normal es de entre 35 a 50 movimientos por minuto y cuando están estresadas superan los 80 movimientos. Además, respiran con la boca abierta -jadean- y la lengua les cuelga de la boca. También es frecuente que la salivación sea excesiva y que pierdan saliva por la boca. Otra cuestión que delata una situación de estrés térmico es la disminución de la rumia; y también el descenso de la actividad corporal y el menor consumo de alimentos.
Se debe tener en cuenta que los animales más jóvenes son más sensibles que los adultos a las olas de calor. Por su parte, las vacas en ordeñe sufren más que las secas y las vacas de alta producción se estresan a inferior temperatura y son más vulnerables al estrés térmico que las de menor potencial.
El consumo de agua también debe planificarse con cuidado. Una vaca adulta necesita entre 120 y 140 litros de agua por día en verano y un buen acceso a las aguadas. En cuanto a la nutrición, hay que adaptar la ración disminuyendo los alimentos fibrosos e incrementando los concentrados en energía (dieta fría). Y por último hay que evitar desplazamientos excesivos del rodeo bajo el rayo del sol.