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Vacaciones de uno mismo

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Vacaciones de uno mismo

No es inevitable quedarse en casa rumiando bronca o enfermarse por no tener una compañía para viajar. Hacerlo solo es mucho más que una opción y puede ser una elección que mejore nuestra salud

 

Hay quienes creen que el que va solo de vacaciones llegó al escalón más bajo de la soledad y esgrimen una serie de argumentos de diversa índole, pero todos emparentados por una misma motivación: el miedo. Salud, inseguridad y aburrimiento son algunos de ellos.

En la vereda opuesta están quienes no admiten la opción “acompañado o nada” y, sencillamente, se dejan guiar por otra motivación: el deseo, como único argumento, y asociado a otra bella palabra: libertad.

Viajar solo no exime de la soledad o de su sensación; tampoco viajar en compañía. A ambos lados de la calle se pueden esgrimir ventajas y desventajas y, quizás, todos tengan algo de razón.

En la Argentina, donde según el último censo (2010) hay 12.171.675 hogares, un 17,7% está habitado por una sola persona, lo que representa un crecimiento del 18% respecto al censo de 2001. En la ciudad de Buenos Aires, según cifras del Gobierno porteño, el índice trepa a 29%. En solo una década, el promedio de habitantes por hogar, a nivel nacional, pasó de 3,6 a 3,3 personas.

En esa misma escala, las viviendas unipersonales son habitadas mayormente por mujeres (54,5%) según el censo de 2010, contra el 56,7% del anterior. Es decir, que en ese lapso aumentó el número de hogares unipersonales y también el de los habitados exclusivamente por hombres.

Así, todo indica que, al menos en parte y dentro de un escenario donde las relaciones personales son cada vez más complejas y a la vez más (por lo general, innecesariamente) públicas, un número creciente de personas elige vivir sin compañía humana permanente.

La pregunta entonces sería: ¿por qué no también en vacaciones?

Diez claves

-Disfrutar de la libertad de elección. Para quienes muchas veces ansían estar solos, hacer las cosas a su modo y a su ritmo, es muy tentador. Casi no hay mejor opción.

-Superar el miedo. Los riesgos en sitios diferentes a los que uno vive, especialmente en términos de seguridad, suelen ser similares en todos lados, más aun para quienes viven en grandes ciudades. Sin embargo, hay lugares de conflictos internos y/o externos que conviene evitar, siempre que el propósito sea no pasar sobresaltos.

-Lo primero es la salud. Una de las mayores inquietudes de viajar solo suele formularse como pregunta: ¿Qué pasa si me enfermo? Muy sencillo: así como en el lugar donde uno vive por lo general recurre al hospital público, a los beneficios de la obra social o a las prestaciones de la empresa de medicina prepaga, en el lugar de destino se pueden utilizar recursos similares. Para viajes al exterior, hay sistemas prepagos de amplia cobertura y también algunas tarjetas de crédito ofrecen planes gratuitos para sus afiliados.

-El fantasma de la soledad. No existe, pero que los hay, los hay. Acá la tecnología juega un rol fundamental. Con un smartphone y un buen acceso a una red wifi, todos nuestros familiares, parejas, amigos, están al alcance de la mano. No es lo mismo que tomar la mano del otro, besarlo o abrazarlo, pero es un paliativo.

 

-Viajando se conoce gente. El viejo dicho se cumple a rajatabla si se está dispuesto a entablar diálogos con otros viajeros o con habitantes del lugar que se visita. La experiencia suele ser enriquecedora porque permite el acceso a otras culturas y otros hábitos. Los recaudos son los mismos que cuando se conoce a alguien en el lugar donde uno vive.

-Nuevas formas de alojamiento. Además de las tradicionales, como una habitación de hotel, hoy es posible acceder a hostales, departamentos o habitaciones en alquiler, cuyas ventajas, además del costo (un perjuicio de viajar solo es el gasto en alojamiento, que mayormente no se puede compartir), es que son por lo general más baratos que un hotel y que permite interactuar con otros viajeros o con los dueños de casa en caso de alquilar una habitación en una vivienda familiar.

-Comer lo que quiero y cuando quiero. Los gustos a la hora de la comida suelen ser diversos y no siempre hay coincidencia: alguien tiene que ceder. Viajar solo permite elegir lugar, menú y horario sin restricciones más que las del dinero. Es cierto que comer solo puede ser más caro porque no hay posibilidades de compartir una botella de vino o una porción abundante, pero siempre existe el recurso de llevarse lo que no se consume y comerlo en otro momento del día o al día siguiente (por eso es importante asegurarse de que el lugar de alojamiento tenga al menos heladera). Para no comer solo, cada vez hay más mesas comunitarias, por lo general con personas en igual condición.

-El transporte, mejor si es público. Por empezar, permite establecer contacto con personas del lugar, lo que siempre es un plus, al menos para el viajero inquieto. Y también lo es para evitar abusos de taxistas, que parecen habituales prácticamente en todos los destinos. Si el deseo es viajar en auto se puede acceder vía app a servicios de transporte tipo Uber.

-Recursos en la era de la información. La gran ventaja de esta época para los viajeros solitarios es que puede ser realmente muy poco lo que quede librado a cierto azar. La información disponible en Internet y a través de aplicaciones para los teléfonos celulares inteligentes es abrumadora. Por lo tanto, mucho antes de empezar a pensar en armar la valija es posible tener, además de los boletos y el alojamiento, distintas opciones y tarifas de traslados (incluso pueden contratarse online, muchas veces con descuento), acceso a museos o atracciones turísticas de todo tipo, reservas en restaurantes, tickets para espectáculos.

-La experiencia compartida. Un viaje suele incluir tours, visitas a museos y otras atracciones turísticas, asistencia a espectáculos. Todo puede disfrutarse individualmente, pero también es agradable compartir la experiencia y las impresiones con otro u otros. En estos lugares hay decenas, centenares, miles de personas en una situación similar con las cuales se pueden intercambiar comentarios ocasionales. Los tours guiados son una buena opción para viajar acompañado, aunque sea temporalmente. Y para quienes viajan solos por obligación, existen viajes organizados específicamente para “solos y solas”. También hay foros en las páginas de viajeros donde se puede buscar compañía para viajar.

En resumen, no hay excusas para no viajar o para no irse de vacaciones si no se tiene compañía. Solo hay que tomar la decisión y tener la disposición para disfrutar de una experiencia nueva.

Fuente: Revista Bacal