Escribe Pepo Garay
ESPECIAL PARA EL DIARIO
Postales de altura: Las Sierras Grandes arremeten con todo su esplendor, y cuando Mina Clavero mira al este se la encuentra y cantares le surgen del alma. La Pampa de Achala es la principal protagonista del espectáculo, un coro de laderas con el verde como al ras, muy rocosas también, muy de sombras la figura a partir de nubes que revolotean dispersas. Es la cadena montañosa más alta de Córdoba, la que divide, justamente, a Traslasierra del resto de la provincia. Un lujo que en la cabecera del valle se aprecia vital.
Amén de la contemplación, el fenómeno viene con propuestas para visitar. Ahí está el Camino de las Altas Cumbres (el que viniendo desde Villa María se toma para llegar a este punto del mapa), presto al encuentro del viajero y los cielos mediterráneos. En su regazo, a distintas alturas de la ruta, se pueden disfrutar de sorpresas como el Nacimiento del Río Mina Clavero, La Cascada Escondida, La Ola (especial para la escalada) y el Baño de los Dioses (un santuario natural alimentado por el Arroyo Niña Paula). Si el tiempo acompaña, la nieve reforzará todas las postales.
Pluralidad de ríos: hijos de las Altas Cumbres es el principal río que penetra la ciudad y la embellece. El Mina Clavero es capitán del equipo y decora el mismísimo centro con aromas de frescura, aun cuando el clima no invite a tirarse de cabeza. Sus aguas son bajitas y heladas, de mucha arena y arboledas que le combinan, a él y a las montañas. La sola caminata por sus orillas alcanza y sobra para alimentar el espíritu.
Después, el principal torrente del valle se cruza con el Panaholma. Llega desde otros destinos éste, más cálido y más pícaro, y de la simbiosis nace el Río Los Sauces. Se trata de una correntada que baja ancha hacia el sur, definiendo otros espacios de contemplación mientras la urbanidad dice hasta luego. Queda claro que agua también es lo que sobra en esta zona de primores.
Balnearios: además de las zambullidas y el tomar sol, hay que aprovechar las panorámicas de los balnearios locales. Ocurre que las playas de Mina Clavero exceden la pura inmersión, merced a paisajes naturales y hasta extraños. En los distintos escenarios, la roca juega un rol preponderante, delineando figuras estrambóticas y sublimes.
En cuanto a nombres propios, citamos según el río que apadrina los espacios. El Mina Clavero tiene a La Toma (de toboganes de piedra), La Residencia, el Balneario Central (lindero a la médula urbana) y el mítico Nido del Aguila (y sus paredones de casi 10 metros de altura, favorito de intrépidos clavadistas). El Panaholma convida con Las Maravillas (estacionado justo en una quebrada) y la Cascada del Toro Muerto (distante unos 10 kilómetros al norte del centro, sobresale con un importante salto de agua y una gran olla). Las joyas de Los Sauces, en tanto, son Los Cajones y Los Elefantes (de formaciones rocosas que recuerdan a los trompudos animales).
La gente, de otro universo: del otro lado de las Sierras Grandes, la gente pareciera habitar un universo distinto. Como si la cadena impidiera el paso de las prisas y el mal humor, y dejara lugar sólo a paisanos que caminan igualito al hablar: arrastrado. Semejante paraíso natural el que tienen, como para no contagiarse de calma.
Acaso las maneras le vienen de la segunda parte del Siglo XIX, cuando José Gabriel Brochero pateaba el polvo de los entonces pobrísimos parajes (ahora la plata no sobra, pero la vida es más digna), tendiendo la mano amiga. Al cura Gaucho lo movía la bondad, el afán de compartir. Sagrada herencia que, en el valle, la mayoría supo defender.