Escribe: Iván Wielikosielek
Además de artista plástico y profesor de Dibujo en el Rivadavia, Pedro Tumas es fanático del cómic, la escultura y la ciencia ficción. De ese cruce y de su melancólico recuerdo de “La guerra de las galaxias” surgieron sus fabulosos muñecos en papel, más de 80 personajes que construyó con paciencia zen a lo largo de cinco años
Hay un antes y un después en la vida plástica y sensible de Pedro Tumas: la tarde de 1982 en que fue al Cine Broadway a ver “La guerra de las galaxias”. O más precisamente su segunda parte, “El Imperio contraataca”. Aquella película, con sus naves espaciales y sus robots inteligentes, con sus vuelos a otros mundos y la eterna lucha entre el Bien y el Mal, configurarían su imaginación para siempre. Y lo tendrían dibujando en los bancos de sexto grado a Darth Vader y los ejércitos de Stormtroopen, al espigado C3PO y su inseparable amigo Arturito. Y acaso las maestras de Las Rosarinas no hayan entendido muy bien de qué iban los bocetos de ese chico que emborronaba sus cuadernos; o quiénes eran esos seres que convivían en la misma hoja con San Martín y la Primera Junta. Pero dos años después, cuando nos conocimos con Pedro en el Rivadavia, los que emborronábamos hojas ya éramos dos…
A treinta años de aquellos bocetos que se volvieron “historietas robadas a la hora de Educación Cívica”, estoy con mi amigo en su casa. Y no puedo creer que, atravesando la dimensión espacio-tiempo con la nave de la imaginación, aquellos dibujos hayan vuelto a llenar sus hojas y, más aún, hayan saltado al “3D” llenando una vitrina entera del tamaño de una biblioteca.
“De chico me encantaban los muñecos articulados, pero eran carísimos -dice Tumas- Me acuerdo que al no tener plata me fabricaba los avioncitos de cartón y hacía las naves con pedazos de tergopol ensamblándole soldaditos. Me podía pasar horas jugando en el patio…”.
-Me hablaste una vez de un personaje que te habían regalado…
-¡Sí! Era un muñequito de Darth Vader que cuidaba como oro pero duró poco. Porque los chicos del barrio venían a jugar a mi casa y yo les prestaba todo. Y así fue que un día me robaron al Dart Vader. No sabés la tristeza que tenía… De ahí que empecé a fabricar las naves con cartón tripuladas por soldaditos… Pero yo no jugaba a la guerra sino que me imaginaba películas de Star Wars… Eso era lo que hacía, continaur la saga… (risas).
-Hasta que un día…
-Hasta que un día, treinta años después, los muñequitos volvieron… Fue raro porque después de la secundaria ya no pensé más en Star Wars sino que me dediqué a la pintura, a dibujar, a dar clases, a estar con mi familia. Pero hace unos años me volvió ese impulso, aquellas ganas de ver esas películas y hacer esos dibujos. Así que empecé a buscar cosas en internet. Ahí encontré algunos fans de la Guerra de las Galaxias, pero sobre todo un programa fabuloso. Se llama Pepakura y te pasa a 3D cualquier dibujo que hagas. Sólo tenés que imprimir las partes y ensamblarlas después.
-¿Y el color?
-Si querés podés imprimir en color o si no en blanco y negro y después pintar. A todos los personajes los hice en papel común A4 y a muchos los pinté a mano. Como el papel es muy frágil, le pasé varias capas de barniz para protegerlo. Después le puse una base de masilla en los pies a los personajes para que se pudieran parar. Eso fue lo más difícil pero al final lo conseguí…
-¿Alguna vez pensaste en exponer tus hombrecitos?
-La verdad que no. Están ahí en la vitrina y no los ve nadie… Pienso que estaría bueno pero no sé a dónde ni cómo. Mucho menos en qué formato…
-¿Y cuántos personajes hiciste?
-Más de ochenta. Pero tranquilo. Le ponía una semana a cada uno y los terminé en cinco años. Nunca me propuse hacer tal cantidad sino que me iban saliendo. De noche los dibujaba y los imprimía, y al otro día me llevaba las partes en sobrecitos al colegio para ensamblarlos ¿Pero vos creés que esto vale la pena para hacer una nota? A mí no me parece que sea muy serio ni muy artístico…
Entonces le digo a mi amigo que es lo más serio y artístico que he oído en muchos años; que amén de mi admiración por sus óleos debo admitir que su “saga en papel” me conmueve profundamente. Porque después de haber cumplido los 40 y llegado el momento de “izar las velas para volver a casa”, todos buscamos sintonizar de manera desesperada con el reino perdido de la niñez. Por eso, cuando cumplimos la edad de Ulises, llenamos el barco de regalos para el hijo y la esposa, que nos esperan en una Itaca infinitamente ansiada. Pero Tumas, además de su esposa y de sus hijos, pensó también en ese niño que fue. Y por eso construyó los juguetes de Star Wars y los puso en su nave de la imaginación. Para llevarle un Darth Vader nuevo y un ejército de Stormtroopen; un Yoda y una Princesa Leia. Y sobre todo la inclaudicable amistad de C3PO y Arturito a ese niño que aún lo espera en un patio de barrio Lamadrid, haciendo volar soldaditos en naves de tergopol, como llamándolo a través de las edades.